miércoles, 8 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 8

Escribí esto para el Mundial de escritura de hoy. 
La consigna de hoy era describir un objeto, en prosa y en verso. 

¿Vieron Karate Kid 2? Esa donde Daniel San y Miyagi viajan a Japón. A Okinawa, más precisamente. A la tierra del sensei.
En esa película aparece como un elemento narrativo una especie de tambor, algo así como un sonajero oriental. Tiene dos caras y se sostiene de un palo. Le cuelgan dos pelotas de madera, una de cada uno de sus lados, sostenidas por un hilo.
El tambor se sostiene con las dos manos y se frota hacia un lado y hacia el otro. Las pelotas hacen el ruido de la percusión.
Acabo de buscar en Wikipedia más información sobre este instrumento. Lo único interesante que encontré fue que se llama Den-den daiko.
Tengo uno de esos en mi casa. No sé cómo llegó hasta acá ni de dónde salió.
La base que lo sostiene es mucho más corta que la de la película. Un palito de no más de tres centímetros que hace que cueste poner el Den-den daiko al ras del final de la palma para frotarlo.
El tambor tampoco es redondo como uno lo imaginaría. Es un hexágono de madera muy liviana. Casi como si fuera de madera balsa. Está recubierto por dos telas muy tirantes de cada lado. Las telas tienen un veteado interesante, como si estuvieran humedecidas. Las franjas son irregulares y de tonalidades marronezcas.
Me hace acordar a un entramado decorativo que fue popular en la década del 70. Se aplicó sobre pisos, entelados y maderas.
Horrible.
El movimiento del Den-den Daiko es parecido al del tiki-taka, esa especie de boleadoras de la década del 80 que tuvo varios revivals en los 90s y 2000s. El ritmo de las manos es clave para que el instrumento cumpla su función. Un poco menos complejo que el tiki-taka, en donde la coordinación era todo. Había campeones de tiki-taka que hacían malabares con dos tiki-takas la vez, con la lengua o con los ojos cerrados.
El Den-den Daiko es más fácil de usar que el tiki-taka, pero necesita de una mínima coordinación de manos para poder encontrar el ritmo correcto.
En Karate Kid 2, acaso la más oscura de las Karate Kid, Daniel y el señor Miyagi viajan hacia oriente para reencontrarse con la familia del anciano plomero californiano, ex héroe de guerra y experto en karate.
En un giro bastante inverosímil desembarcan en una tierra detenida en el tiempo. Miyagi enfrenta a los fantasmas del pasado, a Kato, su viejo némesis y al amor que dejó plantado para no deshonrar a su familia. Se había batido a duelo con Kato y Kato lo esperaba.
¿Qué mierda tiene que ver el tambor en todo eso?
Bueno, lo introducen en un momento de la película y termina siendo el arma secreta para que Daniel Larusso le gane la pelea al sobrino de Kato cuyo nombre no recuerdo pero su maldad sí.
¿Cuán molesto puede ser el sonido del Den-den Daiko mientras uno intenta concentrarse? Mucho.
Mientras escribo estas líneas, el sonido del tambor se mezcla con el llanto de Guadalupe, el ruido del teclado y la voz metalizada de una alumna que me intenta hacer una pregunta sobre el parcial a través de Adobe Connect.

Desde la tierra del sol
Un pájaro se alza en vuelo
Hacia un eterno resplandor
De un sonido propio y ajeno

Nace de las entrañas
Del entorno que le da calor
Dos manos que se frotan
Al ritmo de la percusión

Sigo pensando en ella
En su vientre, que se mueve con fragor
No es una sola cadera, parecen miles
Desde que nos perdimos en el fulgor

Si fuera una pieza de música
Podría ser un Den-den Daiko
No lo tengo decidido
Siento una enorme vergüenza

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