lunes, 5 de julio de 2021

Los binoculares de Papi

Papi viajaba siempre con sus binoculares Swarovski. También con una radio portátil Sony, alguna cortaplumas, encendedores, linternas, habanos y cortapuros. Formaban parte de su kit de aventuras, vaya donde vaya. 

En Punta del Este se asomaba al balcón y miraba los barcos que pasaban por atrás de la Isla de Lobos. Le gustaba discutir. 

-Papi, ¿qué estás haciendo? 

-Estoy tratando de ver ese crucero que está pasando por atrás de la Isla. 

-¡Ese es un carguero!

-No, es un crucero. 

-¡No! ¡Es un carguero!

Disfrutaba de que lo escuchen y enfatizaba la acentuación de las palabras. En su mensaje del contestador del teléfono marcaba una pausa larga entre una parte del apellido y la otra: Soba(pausalarga)Rojo. 

Estoy tratando de recordar su voz. Grave, pero carrasposa. Algo gangosa. 

Quería que lo visiten y también que lo sirvan. "¿No me ponés un poquito más de whisky?", fue una de sus solicitudes más recurrentes. El ritual era alrededor de las 8 de la noche. Un vaso de Criadores con soda y hielo, algún quesito y alguna aceituna si había. Casi todos los días de su vida. Nunca se lo vi servir a él. 

De chico llegaba a casa tocando la bocina. Una vez, en la época de la hiperinflación, nos ofreció plata. "¿Qué quieren? ¿500 australes o 5 dólares?". María y yo corrimos a agarrar los 500 australes. Nacho, que no debe haber tenido más de 5 años, dijo que quería los dólares. Todos rieron. 

Mi primer bicicleta me la regaló él. Era naranja y plegable. También la Morey Boogie que todavía conservamos en casa. "Me costó 100 dólares", recordaba siempre. 

Cuando teníamos 12 o 13 años nos llevó a Nacho y a mí a pasar un día de campo con sus amigos cazadores. No me acuerdo dónde quedaba ni cuál de sus amigos era el dueño del lugar, pero sí que cuando llegamos sacó un arma por la ventana del auto y se anunció a puro disparo. También que fuimos paracticar tiro con una escopeta calibre 22. Nos enseñó a apuntar y dispararle a unos ladrillos. 

Era un grupo de 20 personas y nosotros dos, los únicos chicos. Comimos un cordero que no entendía por qué se empezó a cocinar tan temprano. Le disparamos a un blanco para con la silueta de un jabalí colocado en un alambrado. Todos los amigos eran igual o más gordos que Papi.

En su época de gloria fue Radical y exhibía orgulloso su amistad con Illia y Alfonsín en sendos retratos apoyados en la biblioteca del living de su casa. También repetía la frase "gran amigo mío" cuando citaba alguna persona que conocía. Y nosotros nos permitíamos dudar, pero a él no le importaba o no se daba cuenta. 

Sus amigos se fueron muriendo o alejando y quedó él con la familia. Siempre le importó la familia y hasta donde pudo ostentó su condición de patriarca. Le gustaba el asado de tira. Que se lo sirvieran -claro- jugoso. A los asados llevaba su propio cuchillo.

Nunca dejó de interesarse por lo que pasaba en el mundo y por la tecnología. Como vivió los últimos 10 años arriba nuestro me tocó asesorarlo en la compra de teles, computadoras y celulares. Y calmar su ansiedad cuando algo no funcionaba o internet estaba caído. 

En los últimos años se comunicaba por Whatsapp. Hablaba por ahí con los chicos. La primera conversación que hay es de 2016 y son emojis que Pedro le mandó. Papi respondió con un mensaje de audio. 

Le gustaba a Papi que los chicos lo visiten. Y a ellos también les gustaba tener una relación con su bisabuelo. 

El último mensaje que tengo de él es del 12 de mayo: 

"Muy feliz cumpleaños. Disfrútalo con tu maravillosa familia. Mami y Papi" 

Le contesté con un escueto: "Muchas gracias, Papi". 

Murió el 8 de junio pasado. 

Los binoculares de Papi ahora quedaron de recuerdo en nuestra casa. Yo les digo largavistas. Él a veces los llamaba prismáticos. 

lunes, 24 de mayo de 2021

Cuarentena Día 435

Intrascendente. 

El peor insulto que se me ocurre hoy, la peor afrenta que se puede espetar a una persona, es esa que describe a un sujeto cuya capacidad de influir sobre otro es nula. 

En el último tiempo armé mi lista de intrascendentes:

Tinelli, Matías Martín, Alberto, los medios en general. 

Son los primeros que se me vienen a la mente. 

De las pocas conclusiones que puedo sacar de estos más 400 días de cuarentena es cómo el capital de credibilidad de alguna gente se ha extinguido. 

Si alguna vez me importó lo que decía Matías Martin o su opinión sobre algún determinado tema, hoy me parece intrascendente. ¿Cambié yo? ¿cambió él? 

No tiene importancia. 

Es algo que pasó. Hoy, lo sigo escuchando y siento esa sensación de que la canción sigue siendo la misma y no la quiero oir más. ¿Otra radio igual? ¿otro ranking de canciones? ¿otro especial de Sumo? ¿Dónde está la magia? 

También dejé de consumir medios de comunicación, noticieros y televisión en general. Me parecen intrascendentes. Apenas leo y veo lo mínimo indispensable. No sos vos, soy yo, creo. 

Una de las pocas cosas buenas que trajo la pandemia es la claridad para detectar lo trascendente de lo importante, lo verdadero de lo irrelevante.

miércoles, 12 de mayo de 2021

Cuarentena Día 423

Para poder sacar la cuenta de cuántos días vamos de cuarentena fui al posteo de mi cumpleaños del año pasado, "Cuarentena Día 58", y le sumé 365. 

Empecé el primer día del 41 año de mi vida saltando de la cama. Nos quedamos dormidos. 

A pesar de eso, pudimos, en 25 minutos, despertar y cambiar a los chicos, tomar el desayuno con torta de Nucha y abrir los regalos: un buzo con capucha, un libro y sendas cartas con dibujos. 

En la entrada del colegio me pelee con una camioneta que me patoteó porque lo encerré. Le hacía señas con montoncitos, movía la mano sugiríendole que siga su ruta mientras el otro me miraba con cara de malo, me cruzaba el auto y amenzaba con bajarse. Una mujer policía que estaba en la puerta del colegio le habló al irascibilizado conductor. No alcancé a escuchar la conversación, pero entendí que le sugirió que no pasó nada y que no hacía falta hacerse el loco. Yo quedé agitado después del episodio.

En casa contesté los mensajes de rigor. Casi todos mensajes de Whatsapp, algunos personalizados, algunos audios y algunos llamados también.

Llevé a Guada al jardín y volví a casa para agarrar las cosas y partir de nuevo. Algo de trabajo a la mañana y de vuelta al mediodía a buscar a los chicos. Almorzamos todos en el Museo de Arte Decorativo, bajo un sol de otoño abrasador. 

A la tarde me recluí en el frío taller de Agus. Me llamaron de un número desconocido. Era de la tarjeta reclamándome el pago. 

Tuve que dar una clase de 7 a 9, algo desconcentrado. 

A la noche comimos restos, porque ninguno tenía mucho hambre.

jueves, 18 de marzo de 2021

Cuarentena Día 368

Hace exactamente un año entré en el mismo lugar desde donde escribo esto para tener una reunión de trabajo.

Cuando me acomodé en la sala le dije a José, mi amigo y socio, "¿Viste? ahí hay un boludo con barbijo". 

La frase quedó tan lejana que parece haber sido pronunciada por otra persona, en otra vida, en otro país. En ese momento los tapabocas estaban desaconsejados por los expertos infectólogos (que hace mucho que no los veo en la tele) y la cuarentena no era obligatoria para todos. Faltaban dos días para que Alberto nos mande a guardar a todos. 

La frase que escucho con más recurrencia es "Así no llegamos vivos a mitad de año". La he pronunciado yo pero, a propósito, se le he comentado a otros conocidos y desconocidos, como buscando un espejo sobre el cual reflejarme y tantear si el mensaje rebota o se absorbe e incorpora en el interlocutor. 

En casi todos los casos la respuesta fue positiva, en el sentido de que estaban de acuerdo con la afirmación. Hace unas semanas ya que empezamos con la dinámica casi enfermiza de llevar, traer, buscar, poner sacar, ir y venir. Los chicos tienen clase, ok. Pero una mañana, otra mañana, otra mañana, otra mañana, otra mañana... y la semana siguiente lo mismo pero a la tarde. A veces tienen educación física a la tarde y, si coinciden con la semana que les toca ir a la mañana, se les hace jornada doble turno. Apenas un día. 

Los horarios de ingreso y salida cambiaron tantas veces que me tomó un mes entero a mí, que me considero una persona más o menos inteligente, decodificarlos. El día de educación física uno de los chicos tiene que estar 40! minutos antes que el otro. Y viceversa. 

Y a la tarde tienen zoom en horarios que, esos sí, nunca los terminé de aprender. O directamente no quise hacerlo. 

Guada está yendo a un jardín maternal rodante. Se turnan las mamás para que el venue sea cada semana la casa de uno de los 5 o 6 niños. Esta semana nos toca a nosotros. Lunes, miércoles y jueves son los días en que a las 9 de la mañana empieza a sonar el timbre y padres empiezan a depositar a sus hijos al cuidado de Taio. 

Agus empieza hoy con su nuevo taller. Estuvimos las últimas dos semanas mudando casi todo el living, pintando, barriendo y ordenando para que se pueda convertir una oficina del Centro semiabandonada en un espacio de arte. Le puso garra y quedó muy bueno. Ahora hay que llenarlo de a poco de alumnos y hacerlo trabajar. 

Yo empecé la semana pasada las facultades. La que me tiene como alumno primero y la que me tiene como profesor después. Los horarios, tres veces por semana, se solapan con ese momento de la noche cuando los chicos están cansados, tienen que bañarse, comer y dormirse. 

En la UdeSA intenté armar dupla para el trabajo final y no conseguí que nadie se interese por estar conmigo. Al principio me angustié aunque después dije "qué mierda voy a estar preocupado por esta nimiedad" y dejé de mendigar pareja. 

Pedro tomó la Primera Comunión el sábado pasado. Se vistió con un blazer de invierno, pantalón largo, corbata y moño en el brazo para recibir a Jesús. La ceremonia nos tuvo a todos con barbijos en aforo reducido en la Iglesia del Pilar. Pero él disfrutó a pleno de su día especial que siguió con un almuerzo famililar en El Monasterio. 

La maestría arrancó este año con el pie izquierdo con un chat de Whatsapp que le echa más nafta al fuego. Mientras escribo esto pienso en el texto  que quedé con mi grupo en leer para la clase de Ciencia de Datos de esta noche. Es una fotocopia impresa de un capítulo de un libro cuyo título es "Métodos multivariados aplicados". Pedro diría "WTF". A mí me hace acordar al episodio de Los Simpson cuando el científico le intenta explicar al pueblo de Springfield qué es la tercera dimensión. Ni bien dibujo un cuadrado el Jefe Gorgory lo para en seco y lo frena con un "Ey, ¡más despacio, Cerebrito!ª.

Pienso en cómo a los padres nos aconsejan los médicos que los bebes cumplan con una rutina. La rutina, dicen, los ordena y les da seguridad. Y la seguridad, tranquilidad. Justo lo que nos falta a nosotros hoy en este momento. Y no necesariamente porque no le estemos poniendo garra. 

viernes, 5 de febrero de 2021

Cuarentena Día 323

Hace más de 4 meses le conté al psiquiatra que estaba escribiendo un diario de la cuarentena. Me pareció que era una manera inteligente de sobrellevar un proceso doloroso. Creí, equivocado, que me iba a elogiar la idea. Me contestó, casi con sorna: "Pff y qué estás escribiendo 'todo es una mierda, estoy enojado'". 

Cuando mi ego pudo digerir el comentario caí en la cuenta de que tenía razón. ¿Para qué servía contar lo que hacíamos mientras todo se venía abajo, o algo así?

Me dejé llevar por el golpe y dejé de escribir, casi de inmediato. 

Pasaron más de 100 días desde que tecleé algo razonable por última vez. Pasamos navidad mejor de lo que esperaba. El 24 de diciembre Guada sumergió mi teléfono en algo que no vi. Recién 5 días después, cuando el técnico me dijo que estaba mojado, me enteré de las malas nuevas. Pensaba que había sido algo de la batería y punto. Estuve tres semanas sin celular, con todo el fin de año en el medio y, en vez de enfurecerme, el episodio me tranquilizó. A veces es mejor no estar tan conectado. 

Pasamos el segundo fin de semana del año en el campo de la hermana de Güi en San Antonio de Areco. En la cuna de la tradición, una estancia con caballos, pileta, casa de huéspedes y cancha de polo. Cuando llegamos el viernes a la tarde me preguntaron si yo me iba a encargar del asado. ¿Asado de campo? sí, con leña, sin carbón y en el piso. Bueno. Lomo, colita de cuadril, chorizos y un matambre de ternera que se coció en los fierros a fuego lento. 

Luna ya tiene más de 6 meses. Empezamos a sacarla a pasear a la mañana, a la noche y, a veces, a la tarde. Para que no se coma todos los muebles ni ladre a la mañana. Para que no haga pis adentro. ¿Quién se encarga de esos paseos? Yo, claro. Aprovecho para escuchar un epidodio de algún podcast.  Ahora estoy terminando los miles de programas de Here's The Thing, un podcast de entrevistas de Alec Baldwin. 

A principios de enero retomé Cobra Kai. Había visto la primera temporada en 2018, cuando se estrenó en YouTube. Me costó entender que, cuando se estrenó en Netflix, haya sido un éxito. Siento que me agarró el síndrome de Cemento. Yo los conocía de antes, y desacredité a los que se subieron a la ola en la N. Cuando maduré emocionalmente pude ver las otras dos temporadas y las disfruté bastante. Ya no era una bizarreada tonta que empezó como un chiste de Barney en How I Met Your Mother. Encontré profundidad en la narración y en el desarrollo de los personajes. 

También me enfermé de amor con los documentales de Ken Burns. En su momento, hace dos años, había flasheado con The Vietnam War. Pero en enero, una nota en la cual criticaban al documental de rock de Santaolalla me puso en autos de que Burns había estrenado en 2019 un documental sobre Country Music. 8 episodios, 16 horas cada uno. Lo vi dos veces. También me vi el primero que estrenó en 1981: The Brookly Bridge. Y uno de Mark Twain, y uno sobre la historia de 5 chicos falsamente acusados de una violación en Central Park. 

Un tuit de una crítica de libros me presentó el libro "Canten putos", crónicas sobre la historia de algunas de las canciones de la cancha. Corrí a comprarlo por Mercado Libre. Cuando me lo estaba devorando descubrí que en la página 70 este blog es protagonista cuando recuerda un posteo sobre la llegada de Annie's Song, de John Denver, a la cancha (vía Sergio Denis). 

Me propuse revertir el problema de peso acumulado en cuarentena. Calculé que bajando 400 gramos por semana, algo que no me insumiría demasiado esfuerzo, podría descender 15 kilos lentamente. Hice la cuenta en una planilla de Excel. Empecé el 1º de enero y 6 semanas después los resultados son mixtos.

Guada nos va a matar. Si nos morimos, no será por algún virus sino por la energía que nos consumió ella. Hoy cuando volví de buscar a Luna me recibió con un Holaaaa lleno de mocos. Cuando se ríe frunce el ceño y nos mata de amor.

Estuvimos aislados 10 días completos porque a Nancy le dio Covid positivo. Me di cuenta de que el aislamiento estrecho tiene que ser demasiado estrecho. El que se cuida bien no se contagia. A veces, sin embargo, no podemos cumplir con todo. 

Ahora estamos transitando lo más parecido a unas vacaciones. En una casa con pileta y laguna en Benavidez. Trabajando. Invitados, claro. 

sábado, 23 de enero de 2021

¿Qué tiene que ver Mark Twain con la profundidad del agua?

Hace unas semanas terminé de ver las 16 horas del embriagante documental de Ken Burns sobre "Country Music". 

Burns ya me había conquistado hace 3 años cuando salió "The Vietnam War". Después vi "Prohibition" y abandoné "The War".

Próxima parada: "Brooklyn Bridge", la primera producción de Florentine Film, 1981.

Ayer a la noche, aprovechando que todos dormían desempolvé otra joya del universo Burns: Mark Twain.

El documental narra -claro- la larga vida y obra de Samuel Clemens. Ahora bien, entre los muchos datos que revela sobre el narrador de Misuri hubo uno que me llamó muchísimo la atención: el significado de su pen name Mark Twain.

Parece que a Twain le encantaba la navegación, el río y llegó incluso a ser capitán de barcos de vapor con ruedas de paletas. 

“Mark Twain” era una llamada frecuente del líder. Significaba que el agua tenía 2 brazas (12 pies, 4 metros) de profundidad e indicaba agua segura. También podía ser que el grito fuera Quarter Twain o Half Twain.

Se utilizaba una línea de plomo para determinar la profundidad del agua y el tipo de material que forma el fondo o lecho del río. Una línea de 30 pies de largo se une a una tubería llena de plomo, excepto las 2 pulgadas inferiores. (Las líneas de plomo modernas son simplemente una pieza de plomo sólida en forma de tubería redonda con un fondo cóncavo) 

El material del lecho del río ... lodo, arena o roca potencialmente peligrosa ... se acumula en el extremo inferior hueco de la tubería.

Y así el capitán del barco decide si van por buen o mal camino. Si todo está bien es porque el grito correcto fue Mark Twain.