lunes, 27 de julio de 2020

Cuarentena Día 134

Pedro lloró porque no le compramos una caja legendaria de Zooba. Cuando le tocó el águila lloró, pero de emoción. Al final le compramos una membresía semanal para VIP Zoo o algo así, lo que le da 20 gemas por día.
A Joaqui le tuvimos que comprar Robux, porque si le compramos a uno hay que comprarle a otro.
Antes de empezar la cuarentena casi no sabían lo que era Roblox. Ahora pivotean entre Roblox y Zooba.
Pedro está en Liga 9 y se queja de que nunca le tocan los mejores animales. Cuando a Timo le tocó a Donna, el cocodrilo, Pedro gritó de emoción. También se volvió loco cuando el 1º de julio o de junio ya no me acuerdo se habilitó la función para jugar en trío (?!) o en escuadrón.
A la noche practica jugasdas y dice qué quiere comprarse con las monedas imaginarias. Casi siempre son skins para un personaje. Skins imaginarios.
Le recordé que hace unos años me hizo comprarle FIFA Points y ahora ni bola le da a los FIFA Points, tengo todos los recibos del Play Store. Money well spent?
Joaqui se compró 400 Robux por 5 dólares. Con esa plata (imaginaria) se compró una poción para volar. Yo le pregunté por qué no se compró un carro de limonada, así vendía limonada y recuperaba la inversión. Ella me dijo que la poción era mejor.

miércoles, 15 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 14

Escribí esto para el Mundial de escritura

La consigna de hoy era escribir una historia a partir de una foto.


¿Sabías que el único presidente argentino zurdo fue Arturo Umberto Illia? Hay una foto de él que está pateando una pelota de fútbol con la pierna izquierda. En mi obsesión por encontrar algún presidente que comparta mi condición de left-handed. Busqué en fotos de todos presidentes que encontré, desde Alberto hasta Bartolomé Mitre y no encontré evidencia cierta para poder decir que había un presidente que escribiera con la mano izquierda.

Otro impedimento para encontrar a un potencial zurdo fue el hecho de que hasta algo menos de 60 años a los zurdos los adiestraban. Es decir, a los que naturalmente escribían con la mano izquierda los obligaban a fuerza de azotes a hacerlo con la derecha. 

Por eso, de haberlo habido, no lo podríamos saber salvo que algún biógrafo nos lo contara. 

Después de una investigación que llamé “necesaria”, me crucé con esa imagen de Illia pateando una pelota antigua con la pierna izquierda. ¿Querrá decir eso que la Tortuga fue zurdo? No. Le comenté el tema a Camila Perochena y me dijo “tal vez le pegaba con la izquierda porque era muy malo jugando al fútbol”. No, nada que ver, Camila. Ah, cierto que me dijiste que no sabés nada de fútbol. 

Le dije que iba a buscar en Twitter si algún familiar de Illia podía confirmar. Encontré que un nieto, Leandro Illia, tenía una cuenta activa y bastantes seguidores. Periodista deportivo picante. Le mandé la pregunta y no me contestó. 

Pero la historia que quería contar no es la de la foto del expresidente pateando una pelota de cuero posiblemente fabricada en Bell Ville, la capital nacional de las pelotas. 

En la casa de mi abuelos hay una biblioteca con libros y marcos de fotos. En una de ellas está Papi con un grupo de amigos en el campo de su suegra en Corrientes. Sobre el costado izquierdo sobresale la figura de Don Arturo.

Todos menos mi abuelo están muertos al día de hoy. En agosto de 1981 los correligionarios se juntaron a comer un asado en la estancia Santa Rita. 

No sé si fue agosto, ni si fue en 1981. Ni siquiera sé si fue en Corrientes. Pero estaban los amigos ahí. 

Comieron un cordero al calor del mediodía de sol. Adobado por Santos, el capataz de la estancia. Tiene 45 años pero acusa 70. 

Santos se levantó a las 4.30 para prender el fuego. A las 6 empezó a acomodar la cruz con la presa.

Los primeros invitados llegaron a las 9. Habían salido el día anterior y pararon a hacer noche en Chajarí. 

El resto llegó a las 11. Los trajo el Cessna 172 que aterrizó en la pista de pasto que prepararon en el cuadro que da atrás de la casa, a un kilómetro y medio de la ruta 14. 

Almorzaron opíparamente. Durmieron la siesta bajo la sombra de un gomero.

Cuando alguno dijo vamos, el resto insistió en pasar la noche allá. 

Acomodaron las habitaciones de la casa. A Don Arturo le dejaron la principal. 

“¿Hacemos un puchero?” 

“Yo lo cocino”

“Vamos a comprar una olla a Uruguaiana”.

“Yo los acompaño”, dijo el expresidente. 

En el viaje habló poco. 

A la vuelta estaba incómodo. 

“¿Nos dejarán pasar por la aduana sin declararla?”

lunes, 13 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 13

Escribí esto para el Mundial de escritura.
La consigna de hoy era contar una historia a partir de los restos de una fiesta.

Chino, ¡la concha de tu madre! Encontré un forro tirado atrás de la puerta del cuarto. Sé que es tuyo porque te la pasaste un día entero jodiendo con esa mierda de la musiquita y que los ibas a estrenar con la pibita. ¿No podrías haber esperado a volver a tu casa? ¡Tenés 40 años!
Me tuve que poner guantes quirúrgicos para limpiar el departamento. El que vomitó en el lavadero podría haber tirado un balde por lo menos. Está la mitad del lavarropas manchado con un caldo seco de hace tres días. Recién hoy martes me recupero. Ese no sé quién fue.
Alguien se afanó también el mojón del kilómetro 142 de la ruta 2 que tenía en casa. Cuando me separé Laura me dijo “Te llevás esa mierda con vos”. Era un recuerdo de la despedida de solteros del Flaco, hace 10 años. Todos arriba de la combi chupando. Lo pienso y me vuelve la resaca.
El que lo hizo lo puede prender fuego, me pareció una boludez divertida en su momento pero ya no me hace gracia. ¿Cuántos éramos adentro del departamento? ¿30? ¿40?
Me tiraron por abajo de la puerta una carta impresa en computadora. Le faltan los acentos y las mayúsculas. La vieja del 1C no puede haber sido. Tiene que haber sido el otro, uno que vive solo en el piso de arriba. Al único que le pediría empatía.
La carta decía “estimado vecino, le pido por favor que nos respete al resto de los vecinos que queremos dormir. soy una persona grande, tengo 53 años y tambien tuve 25 años alguna vez. la proxima vez que haga ruido hasta las 3 de la mañana voy a llamar a la policia”
Alguien llamó a la policía, porque tocaron el timbre a la 1. Le dijimos que estábamos terminando. Me dijeron si no cortábamos ahí iban a labrar un acta, o algo así. Cortamos 10 minutos y después seguimos, o siguieron ustedes, no sé.
El administrador me mandó 3 mensajes de Whatsapp que no contesté. No porque no quisiera sino porque no podía moverme.
Ya fue, cuando consiga algo mejor voy a alquilar un lugar donde pueda traer a los chicos. No me veo viviendo en este lugar mucho tiempo más. O sí, no sé.
¿Quién sacó el Burako de la caja? Hay piezas de plástico duro tiradas por toda la casa. Algo me acuerdo. Sebas se calentó porque perdió a algo y le tiró un fichazo a Lalo. Le pegó en la frente y se la dejó marcada. Fue así, ¿no?
También tengo flashes de que a la chica que había venido con la novia de Pablo se la tuvieron que llevar a la guardia. No me acuerdo bien por qué. Creo que se empezó a sentir mal y le dieron convulsiones.
Ahora sí, me acordé. Le dieron convulsiones. Me hice el héroe diciendo “yo sé primeros auxilios”. Es verdad, hice un curso intensivo de 30 horas en la filian Saavedra de Cruz Roja en enero.
La puse a la chica de costado y le hice apoyo psico social. Escucha activa. No tenía nada grave, pero le dolió mucho la panza y el encierro le hicieron mal. Ni un puto médico en el grupo.
Ahora me acordé de todo. Después le mandé un Whatsapp al Negro y me dijo que estaban en la guardia del Alemán. Que la tenían en una cama, le sacaron sangre y no le creían que no se había drogado. Le estaban haciendo estudios y no la dejaban irse hasta por lo menos las 9 de la mañana. Pobre Negro, garrón se tuvo que comer porque la novia quiso caer con una amiga. Sumó 20.000 matrimillas después de eso.

domingo, 12 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 12

Escribí esto para el Mundial de escritura de hoy.
La consigna era escribir sobre lo que soñaste, observar cuando te lavás la cara y sacar una carta de Tarot de Marsella (?!).

Soñé que festajaba mi cumpleaños número 40 en la casa de los Maschwitz. Hace 20 años que no tengo ninguna relación con ellos, ni directa ni a través de mis padres, pero algo hizo que las sinapsis de mi cerebro trajeran esa pesadilla de sueño.
Pasamos una buena parte de la infancia juntos, y nunca me acomodé a esa relación ni con los padres ni con ninguno de los 7 hijos, pero desde que mi madre se distanció laboral y personalmente de ella, no he vuelto a saber de ellos más que por incómodas reuniones esporádicas.
Era una fiesta en un jardín. Había mucha gente que no conocía. ¿Era un invitado en la fiesta que me debería tener a mí como protagonista? Eso es lo que más me perturbaba. ¿Vos quién sos? ¡Vos quién sos, la concha de tu madre! ¡Es MI fiesta! ¡Mía!
En la vida real nunca hubiera hecho una fiesta para celebrar el cuadragésimo aniversario de mi nacimiento. Al menos, no una de esas características. No con gente extraña seguro. Ni fiesta al fin.
Me hubiera gustado hacer un asado con amigos e invitar a un mago de sorpresa. Uno de esos que hacen chistes de pajero y te roban los relojes.
Siempre me gustaron los magos. Una vez por trabajo tuve la oportunidad de estar en un evento privado de Peugeot. El animador de la fiesta era el mago Emanuel. Nuestro David Copperfield. El hijo de Dora Baret, creo. En un hotel paquete de Puerto Iguazú, cualquier prejuicio que uno pudiera tener contra él se borró desde el momento en que dijo Hola. Puro carisma y magnetismo. Ese fue el día en el cual me amigué con la magia.
Desde entonces espero que haya una fiesta sorpresa en donde inviten a un mago a animarla.
Lo sigo esperando.
La parte de lavarme la cara en el espejo y mirarme la debo. Hoy me desperté tarde porque Guada durmió muy mal. Recién a las 10.20 tomamos la decisión de que el día había empezado y que inexorablemente había que arrancar.
No recuerdo siquiera haber pasado por el baño, creo que fui a la cocina directo a tomar el desayuno. De hecho, creo  que rara vez me lavo la cara como si eso constituyera un ritual iniciático de la jornada. A lo sumo, durante la normalidad, me me meto directo en la ducha. ¿Eso cuenta como cara?
Me tocó una carta del tarot de Marsella que dice que es el Le Bateleur. No tengo idea de qué hacer con esta información.
Google: “La carta representa la figura de un hombre de pie, situado frente a una mesa. Sobre la mesa se encuentran copas, monedas y espadas. Él sostiene en la mano izquierda una varita de madera (bastos). Lo que representa es que tiene a su disposición los 4 elementos o los 4 palos de la baraja. Su mano derecha está libre y colgada a lo largo del cuerpo. Su sombrero representa el símbolo del infinito. Sus pies miran uno a la derecha y el otro a la izquierda, es decir, uno mira al futuro y el otro al pasado. La mesa tiene 3 patas, la tríada. La tierra es marrón, el trabajo. La cesta con hierba, la armonía. Su cinturón divide el mundo en superior e inferior. Los bastos representan al fuego, el poder mental, los oros representan a la tierra y sus tesoros, las espadas al aire y la fuerza para modificar las cosas, las copas al agua o el saber acumulado.”
Nunca tuve ningún contacto con el Tarot, es un mundo que desconozco por completo. Lo que me gustó es que, oh, Le Beteleur es el mago. ¿Te acordás que acabo de decir que me gustan los magos? Además, sostiene la vara con la izquierda. ¿Un mago zurdo, como yo? Me hago pis de la emoción.
(3417 caracteres)

sábado, 11 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 11

Escribí esto para el Mundial de escritura.
La consigna de hoy era algo de los rituales.

Me cuesta imaginar un día sin café.
El día para mí no empieza hasta que no termina ese ritual que arranca con el ruido de la pava eléctrica calentando el agua como si fuera un avión que carretea por la pista para ganar velocidad de despegue. Sin el olor del café brasileño (sí, brasileño) que emana de la bolsa en donde se sumerge la cuchara medidora de la Bodum. Sin la prensa que avanza sobre el agua caliente.
Necesito ese combustible en dos o tres dosis para poder levantar la persiana y empezar un día. Ni hablar de si es un día frío o dormí mal a la noche. ¡Inyéctenme el puto café en las venas!
Por algo los brasileños le dicen café de la mañana. No té de la mañana, no mate de la mañana, no Nesquik de la mañana. ¡Café!
Una vez soñé que era un negro colombiano corriendo por las plantaciones de café. Me perseguía el patrón porque me había mandado una cagada. Corría a toda velocidad. Cuando me estaban por alcanzar me desperté. Me desperté transpirando, pero lo que más acuerdo del sueño era el aroma.
Nunca vi una planta de café, pero me contaron que es un árbol bastante grande y el fruto es como una especie de mango. Quiero creer, elijo hacerlo, que tiene el olor al café que tomo en casa a la mañana.
No soportaría enterarme que en realidad el fruto del café no tiene olor a café sino que es hediondo y agrio simplemente.
¿Qué pasaría si me sacaran el café de la mañana?
Me gustaría agregarle drama a la historia y decir “me mataría”. Acabo de leer 15 líneas más arriba que escribí que “me cuesta imaginar” un día sin café. Me alegro de haberlo puesto así y no haberme dejado llevar por el “no puedo vivir sin tomar café”.
Creo que podría sobrevivir. En general no soy supersticioso. Si hay una escalera apoyada sobre un edificio en la calle y voy caminando por la vereda, paso por abajo de ella. Me divierto viendo las maniobras que hace la gente para evitarla.
“¿Me pasás la sal?”
“Tomá, agarrala”
“No, apoyala”.
“¡Dejate de joder, agararrala!”
Además, como soy zurdo de cuerpo y mente, me levanto todos los días con el pie izquierdo.
Bueno, un día sin café, pienso, sería solamente un mal día sin café.
Si se secaran todas las plantaciones de café del mundo, cosa improbable, supongo que debería buscar otra infusión para poner primera a la mañana.
Los rituales, que son ataduras, nos dan seguridad. A mí tomar café a la mañana, al menos, me la da. Me pregunto si está bien tener rituales. Probablemente no. En un mundo nos enseña a “soltar” los rituales (como el mío del café) deberían estar prohibidos.
Pero como a mí me molesta eso tendría que levantar entonces una pancarta a favor de los rituales. La veo a Guada aferrada su mantita y a Joaquina dormir abrazada a su zorrito y busco una respuesta. Tal vez venga por ahí la cosa.
Si se rompe un ritual, si se acaba el café, se quiebra un pacto de lectura de la vida. Sería lógico pensar que nuestras ideas se desacomodan. Pero también está bueno que eso pase, ¿no?
No lo sé. Y me gusta que sea así, incierto. Las mejores cosas de la vida no tienen respuesta. Lo mejor es que lo puedo reflexionar a la mañana mientras me sirvo otra taza de café. 
(3111 caracteres)

Cuarentena Día 118

Durante la cuarentena
Operaron a Agus de apendicitis
Pedro se mudó a un cuarto solo.
A Joaqui se le cayeron 3 dientes.
A Guada le salieron 6 dientes.
Guada empezó a gatear.
Guada casi empezó a caminar.
Guada casi empezó a hablar.
Yo engordé 5 o 6 kilos.

viernes, 10 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 10

Escribí esto para el Mundial de escritura hoy.
La consigna era escribir sobre un afiche de una película, contar una historia a partir de eso.

¿Te acordás Gordo cuando fuimos a ver esa película en la que Steven Seagal se moría a los 20 minutos? No es spoiler porque ya pasaron más de 20 años.
Recién la googleé. Se llamaba (se llama) “Momento crítico”. Fuimos a verla un día de semana al cine del Tren de la Costa. Era la época en la que la entrada salía 7 pesos y, los miércoles, 3,50.
No recuerdo mucho la trama, pero había un avión secuestrado. Llegaban Steven Seagal (ya estaba gordo, no era el mismo de Hard to Kill) y Kurt Rusell al frente de un grupo de elite para rescatar al avión. Cuando estaban abordando la nave pasa algo y Steven Seagal cae al vacío. El bueno de Kurt queda al frente de la misión, pero faltaba que se desarrolle el 70 por ciento de la película.
Nos peleamos por culpa del póster de la película, del afiche, bah. El film había sido promocionado como “la nueva película de acción de Steven Seagal” y en el afiche estaba la cara de él a la izquierda y la de Kurt a la derecha. Media cara de cada uno.
Yo me indigné con ese póster. Pero me indigné más cuando vos los defendiste. ¡Al póster! Me decías “si te fijás bien, la cara de Steven Seagal está más al costado, más cortada que la del otro”. Yo, que en esa época era más pedante incluso que ahora, te contesté:
“¡No digás boludeces, Gordo! ¡Son iguales! ¡Es cualquiera, mirá! Agarrá una regla y medilas, y además aunque sea más chica no debería ni aparecer el tipo ese en el póster. ¡Es una estafa!
Todo eso fue a los gritos mientras la gente esperaba en la cola para entrar para ver una nueva función de la película. De esa misma película. Fue como cuando Homero sale de ver “El imperio contraataca” y le comenta a Marge “¿Quién hubiera dicho que Darth Vader era el padre de Luke” mientras se escucha el desahucio de los que estaban en la cola.
Estuvimos peleados meses por ese tema. Vos te ofendiste porque yo te grité en frente de todo el cine y te boludee. Yo me calenté porque no entendía cómo podía ser que razonaras así. Eras un tipo inteligente, me dolía en el alma, amigo.
La película fue tan mala que enseguida salió en video. Me acuerdo mi alegría cuando la vi el estante de Blockbuster, para mi regocijo, le habían sacado la cara a Steven Seagal. ¡En la edición en video habían tenido la decencia de no poner como protagonista a un tipo que se muere a los 20 minutos!
Blockbuster me estaba dando la razón. Te lo fui a comentar al otro día en el colegio, Gordo. Pero vos seguías enojado conmigo. No querías ni hablar del tema.
Dicen que el cerebro prefiere tener la razón antes que ser feliz. Me dejé llevar por la soberbia. Perdoname, gordis. El acto de pedantería fue solo una demostración de mi inseguridad. Necesitaba la aprobación de los demás. La necesitaba encarnizadamente.
Los adolescentes somos así. Hoy estoy arrepentido de haber hecho lo que hice. Si pudiera volver el tiempo atrás no lo haría de nuevo. Te la dejaría pasar. En mi cabeza estaría diciendo “¡Qué ridiculez!” pero en mi corazón estaría pensando que eso no es lo importante.
Estaba viendo también que la película está en Netflix. Hoy a la noche la veo y mañana te llamo para pedirte perdón, 20 años después.

jueves, 9 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 9

Escribí esto para el Mundial de escritura
La consigna de hoy era escribir una carta de despedida a un amor.

Querido amor:
Hoy me acordé de las tardes de verano en Brasil. Pasaron 20 años. Tu mano rozó la mía. No creas que no me di cuenta. Después me tocaste la pierna. Me apoyaste tu mano sobre el mulso, como quien casualmente necesitaba reposarse. Justo ahí. Éramos chicos, ni habíamos terminado el secundario. Un torbellino adolescente en estado de ebullición.
Nuestro primer beso no fue bueno. No solo fue torpe. Fue duro, rígido. Me gusto mucho más sentir tu espalda. Envolverla con mis manos, juntar mis dedos hasta rodearla. Tocarte el culo por primera vez.
Cuando vivíamos cada uno con sus padres y hermanos hablábamos horas, nos tenías teléfono en tu cuarto pero yo no. Teléfono fijo. Había que sacar turno para hablar. Nos puteaban de los dos lados. Éramos dos tórtolos.
Que cabezas de novios.
¿Te acordas de la ropa? Vos me vestías. Yo te dejaba hacerlo. Un fashion emergency de un adolescente a otro.
Todo lo que vino después fue bueno. Los viajes, las penurias económicas, el sexo, las salidas.
Estoy leyendo un libro que dice q ir  la raza humana es mucho mejor explicando que prediciendo lo que va a pasar.
Yo siento que hoy no hace falta dar explicaciones por lo que pasó.
Tenemos un hijo, dos perros, un auto y medio departamento. Lo que nos trajo hasta acá no fue amor solamente. Fue la pulsión exploratoria de las almas que se encuentran.
Todo esto suena cursi, lo sé. Es una melodía barata que sale de un juguete chino. Pero tiene que ser así. Si buscamos que algo loco sea racional no vamos a poder disfrutarlo.
El amor es tonto.
Es bobo, fofo. En una gelatina mal cocinada.
Esto tiene que ser así. Nos merecemos este final.
Cuando a la noche me angustie voy a poner un episodio de Friends para poder dormirme. Cuando a la tarde me atore por el nudo en la garganta voy a tomar un té con bay biscuits como lo harías vos. Cuando a la mañana tenga frío me voy a tapar con tu manta de polar, la que usabas para dibujar cuando vivíamos en Larrea y no teníamos calefacción. Te la robé el otro día. La metí en el bolso sin que te dieras cuenta.
Te quiero mucho.
Chau
¿Cortás vos? No, cortá vos.
Yo no puedo.
Tengo que dejarlo pasar.
¿Qué fue lo que salió mal? No me gusta hacer ese ejercicio. ¿De quién es la culpa? Menos todavía. Somos mucho mejor dando explicaciones. Pero yo no quiero darlas. Estoy enojado. Furioso, en realidad.
Cuando te dije que no era lo que quería te estaba mintiendo. Sí, lo quería. Pero no podía soltarlo. Vos siempre fuiste mucho más piola que yo. Esto se tiene que terminar. Podría estar toda la vida enojado. No puedo escribir porque me duele pensar en lo que no fue. Te mentí, estoy recaliente.
Perdoname, perdoname. Sé que podría haberlo hecho mejor. Está bien, tenés razón.
Hagamos una cosa, dejemos que las cosas se calmen, dejemos pasar. Me dijiste que no escriba enojado pero lo estoy haciendo, lo tengo que hacer. Y no me sale, te juro que no me salen las palabras. Dejá, está bien. Quedemos así.
Empecé citando una canción berreta y terminé amagando un final falso, como el de “November Rain”. Es lo único que pienso desde que volví a vivir con mis viejos.
Ahora sí, chau, te quiero mucho.
(3128 caracteres)

miércoles, 8 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 8

Escribí esto para el Mundial de escritura de hoy. 
La consigna de hoy era describir un objeto, en prosa y en verso. 

¿Vieron Karate Kid 2? Esa donde Daniel San y Miyagi viajan a Japón. A Okinawa, más precisamente. A la tierra del sensei.
En esa película aparece como un elemento narrativo una especie de tambor, algo así como un sonajero oriental. Tiene dos caras y se sostiene de un palo. Le cuelgan dos pelotas de madera, una de cada uno de sus lados, sostenidas por un hilo.
El tambor se sostiene con las dos manos y se frota hacia un lado y hacia el otro. Las pelotas hacen el ruido de la percusión.
Acabo de buscar en Wikipedia más información sobre este instrumento. Lo único interesante que encontré fue que se llama Den-den daiko.
Tengo uno de esos en mi casa. No sé cómo llegó hasta acá ni de dónde salió.
La base que lo sostiene es mucho más corta que la de la película. Un palito de no más de tres centímetros que hace que cueste poner el Den-den daiko al ras del final de la palma para frotarlo.
El tambor tampoco es redondo como uno lo imaginaría. Es un hexágono de madera muy liviana. Casi como si fuera de madera balsa. Está recubierto por dos telas muy tirantes de cada lado. Las telas tienen un veteado interesante, como si estuvieran humedecidas. Las franjas son irregulares y de tonalidades marronezcas.
Me hace acordar a un entramado decorativo que fue popular en la década del 70. Se aplicó sobre pisos, entelados y maderas.
Horrible.
El movimiento del Den-den Daiko es parecido al del tiki-taka, esa especie de boleadoras de la década del 80 que tuvo varios revivals en los 90s y 2000s. El ritmo de las manos es clave para que el instrumento cumpla su función. Un poco menos complejo que el tiki-taka, en donde la coordinación era todo. Había campeones de tiki-taka que hacían malabares con dos tiki-takas la vez, con la lengua o con los ojos cerrados.
El Den-den Daiko es más fácil de usar que el tiki-taka, pero necesita de una mínima coordinación de manos para poder encontrar el ritmo correcto.
En Karate Kid 2, acaso la más oscura de las Karate Kid, Daniel y el señor Miyagi viajan hacia oriente para reencontrarse con la familia del anciano plomero californiano, ex héroe de guerra y experto en karate.
En un giro bastante inverosímil desembarcan en una tierra detenida en el tiempo. Miyagi enfrenta a los fantasmas del pasado, a Kato, su viejo némesis y al amor que dejó plantado para no deshonrar a su familia. Se había batido a duelo con Kato y Kato lo esperaba.
¿Qué mierda tiene que ver el tambor en todo eso?
Bueno, lo introducen en un momento de la película y termina siendo el arma secreta para que Daniel Larusso le gane la pelea al sobrino de Kato cuyo nombre no recuerdo pero su maldad sí.
¿Cuán molesto puede ser el sonido del Den-den Daiko mientras uno intenta concentrarse? Mucho.
Mientras escribo estas líneas, el sonido del tambor se mezcla con el llanto de Guadalupe, el ruido del teclado y la voz metalizada de una alumna que me intenta hacer una pregunta sobre el parcial a través de Adobe Connect.

Desde la tierra del sol
Un pájaro se alza en vuelo
Hacia un eterno resplandor
De un sonido propio y ajeno

Nace de las entrañas
Del entorno que le da calor
Dos manos que se frotan
Al ritmo de la percusión

Sigo pensando en ella
En su vientre, que se mueve con fragor
No es una sola cadera, parecen miles
Desde que nos perdimos en el fulgor

Si fuera una pieza de música
Podría ser un Den-den Daiko
No lo tengo decidido
Siento una enorme vergüenza

martes, 7 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 7

Escribí ésto para el Mundial de escritura.
La consigna de hoy era "escribí sobre un hecho que te pudo haber cambiado la vida pero que no fue"

Con Delfín, un amigo de la facultad nos acordamos siempre de un viejo episodio de TVR en donde Tino y Gargamuza caminan por la peatonal de Mar del Plata. Están los muñecos del trencito de la alegría. Uno vestido de la Pantera Rosa los quiere punguear. A otro lo confunden con un actor en decadencia (no recuerdo cuál) y el chiste es “No, Tino, no se parece a [ese actor], ¡es [ese actor]”. Y otro disfrazado de un Tortuga Ninja se levanta la cabeza y dice “pensá que podría haber sido arquitecto”.

Siempre me imagine contrafácticamente siendo arquitecto. No ingeniero como toda mi familia, sino arquitecto. 

Me guardo un minúsculo lugar para rebelarme contra el mandato. COmo aquél burgués que tiene 9 dedos adentro del plato y el dedo chiquito del pie derecho afuera.

Me imagino yendo a la FADU con un montón de rollos de planos. Creo que podría haber sido un buen arquitecto. 

Me imagino siendo un arquitecto que dice la verdad

¿Cuándo termina la obra? Yo qué carajo sé, siempre terminan 6 meses después de lo previsto, ponele. 

¿Cuánto va a salir la casa? Y, como siempre en este país, el doble de lo presupuestado.

Si fuera arquitecto tendría un montón de libros de arquitectura. Gastaría fortunas en libros pesados de arquitectos rusos y yugoslavos. 

Me la pasaría viajando, sacando fotos de edificios. 

Si yo fuera arquitecto.

Cuando tenía 20 años me anoté para participar en el programa “Tiempo de Siembra”. Lo conducía Pancho Ibañez y salía todos los domingos a la noche por Canal 13. Siembra era una AFJP que sponsoreaba el programa. Las AFJPs eran los fondos que controlaban el sistema de jubilaciones hasta hace como 10 años. 

Cada banco tenía su propia AFJP, un negocio jugoso sobre el cual administraban los aportes jubilatorios de la población económicamente activa. Si uno no elegía una AFJP, su empleador lo metía de prepo en una. A mí en mi primer trabajo me tocó Consolidar. 

No me acuerdo de quién era Consolidar, pero estoy casi seguro de que Siembra era la AFJP del Banco Río. Así como en los 60 estaba Odol Pregunta, en los 90 se lucía el exconductor de “El deporte y el hombre” en un ciclo de preguntas y respuestas. 

En una de las secciones del programa se invitaba a 10 participantes a competir a muerte súbita. Pancho hacía las preguntas cuyas respuestas eran por sí o por no. El que contestaba mal, afuera. Así hasta que quedaba uno sólo. El premio eran 10.000 pesos (dólares en aquel momento). 

Yo me anoté mil veces por Internet hasta que me llamaron. Tuve que ir a un lugar en la calle Ravignani a completar un test de cultura general. 

Al final me invitaron a ir al programa un domingo de agosto. 

Fui convencido de que me los comía crudo a todos. Ya había hecho cálculos sobre qué iba a hacer con los 10.000 dólares. Al final de cuentas, siempre que jugaba en casa, en silencio, ganaba. 

La primera pregunta de Pancho fue “La ensalada macedonia, ¿Lleva huevo?”. En casa trabajaba Eugenia, una chilena que le decía “macedonia” a la ensalada de frutas. Así que no fue muy difícil para mí pulsar NO con seguridad. 

La segunda pregunta fue “El río Paraná, ¿es más largo que el río Uruguay?”. Dudé por un momento, primero pulsé SÍ, pero enseguida cambié a NO. 

La respuesta era SÍ.


lunes, 6 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 6

Escribí esto para el Mundial de escritura.
La consigna de hoy, dictada por Nick Hornby, era imaginar una charla en el baño entre dos personas y escribir una historia entre ellos.

-Está buena la rubia, ¿no? 

-¿Cuál? ¿mi hija? 

-...

-Jajja, nah, te estoy jodiendo boludo. 

-Me hiciste parar el corazón. 

-Sí, pero ojo, que con los de la sucursal 42 está todo mal. Nos primerean con los dólares, se hacen los boludos cuando pedimos información de clientes, son mala leche.

-Ah, no sabía, ¿Quién es el gerente? ¿Moretti? 

-No, ahí está desde siempre Juan Carlos Villegas. El gallego, le dicen. 

-Ah, sí, escuché hablar de Villegas. Pero la rubia pobre no tiene nada que ver, ¿qué es, una oficial de cuentas? 

-Supongo que sí, no la conozco. 

-¿Y con Mariela como va la cosa? 

-Más o menos, el otro día se pudrió todo porque le dije que teníamos que cortarla por un tiempo y se puso como loca, me dijo de todo.

-Pero vos estás separado, ¿no? 

-Sí, sí. Pero igual, ya estoy grande, estoy viejo para estar boludeando con una mina del trabajo. Aparte ella me dijo que tenía novio también. A mi no me molesta, pero no sé, no es que sea purista ni nada pero tampoco me va el viva la promiscuidad. 

-Claro, claro. Porque el otro día vi que estaban, no sé, era medio evidente, como que se notaba mucho, te lo digo porque sos mi jefe y te tengo afecto, para que se protejan un poco, yo no voy a decir nada igual, quedate tranquilo, pero viste que ahora el mail de Recursos Humanos decía que nos iban a hacer firmar un documento…

-Yo también te tengo afecto, Nico. Por eso, ¿sabés algo? Lo que menos hacemos con Mariela es garchar. ¿Querés que te cuente una cosa? 

-Eh, bueno, si querés.

-¿Viste los AY24? La semana pasada estaban a 13 centavos, hoy están a 32. Si se da lo del acuerdo van a llegar a 45. 

-Pero nosotros no podemos comprar. 

-No, obvio. Pero el hermano de la negra tiene una financiera y estamos armando todo el kiosquito ahí. Y tiene uno que le pasa data desde arriba y vamos timbeando con eso. Venimos medio palo arriba desde que empezó el mes.

-Ah.

-Yo ya estoy viejo, Nico. Tengo que apurarme antes de que me rajen. El año que viene cumplo 65 en mayo y antes de fin de año me van a mandar la jubilación. Tengo que armarme para los años que quedan. Laburo desde los 18 años. Hace 30 que estoy en este banco de mierda y lo único que hice fue laburar. 

-...

-Con la jubilación me van a quedar 40, 45 lucas como mucho, con esa guita no voy a poder vivir ni a palos. Tengo que juntar toda la que pueda en estos meses. Me tengo que mandar todas las cagadas que nunca me mandé. Lo mismo que hicieron el Tano, Pogani, Scheffer y Marito. Todos se dedicaron a currar en los últimos 5 años.

-...

-Necesitás un canuto para poder estar tranquilo. El banco lo sabe, es como una práctica habitual, un seguro para el futuro. Está informalmente aceptado. 

-...

-¿Querés entrar?

-No sé, Enrique, es medio peligroso. 

-No, boludo, está todo bien. Son vueltos, centavos para el banco. Tenés que ser piola solamente para que no te encuentre.

-¿Cómo se hace? 

-Hay miles de formas de currar. Arqueos, balances, información privilegiada. Qué se yo, armás carteras de clientes truchos y las das de baja en el sistema antes de que pasen dos semanas que es cuando se actualiza el sistema central. Lo tenés que transferir a un tercero, eso sí. Alguien que no tenga historia financiera si puede ser. Por eso es que lo hacemos ahora con el pibito este que conoce Mariela y repartimos. 

-De todas esas, ¿vos cuáles hacés?

-¿Yo? ¡Todas!

-¿Todas?

-Sí, las que te dije y alguna otra más. Pero hay que ser creativo. Podés sacar hasta un palo limpio por mes, dividido por tres son más de 300 lucas. ¿No me vas a decir que no te tienta? 

-¿Que necesitás?

-El lunes hablemos, después de la fiesta. Ahora estoy medio en pedo. Pero en principio andá buscando alguien que podamos cagar.

-¿Cagar?

-Sí, bueno, le usamos su nombre, le tiramos unos mangos, ponele 5, 10 lucas y después él queda escrachado. Para nosotros cero riesgo.

-Ah.

-Lo que sí ojo que con el tema de Compliance dicen que están metiendo topos en las sucursales.

-¿Topos?

-Sí, espías. Gente que se haga el boludo y vaya ganando confianza para después reportarlo al área de Legales.

-...

-Es más, en nuestra sucu dicen que van a poner uno. Me pasó el dato uno de arriba.

-Soy yo, Enrique. 

-¿Quéeee? Jajj, ¿Me estás jodiendo, no?

-No, soy yo el topo que vos decís, y me mandaron a grabarte.

-...

-Me dijeron que en la fiesta de fin de año ibas a cantar todo. 

-...

-Y que aprovechara cuando estemos meando, ahí se suelta la lengua.

-...

-Disculpame.

-...

(4653 caracteres)


domingo, 5 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 5

Escribí esto para el quinto día del Mundial de escritura. 
La consigna de hoy era "cómo será la vida de un detective durante la cuarentena"

A Baltazar Castro se le vino el mundo abajo el jueves 19 de marzo pasado.
Su portfolio de clientes estaba compuesto mayormente por mujeres de mediana edad que desconfiaban de sus maridos y le pedían a él que les siga los pasos. En menor medida, su otra clientela eran padres preocupados por sus hijos y sus amistades.
Casi todas las personas que contrataban a Baltazar dejaron de hacerlo cuando empezó la cuarentena. Los últimos días de marzo fueron para él una concatenación de malas noticias.
“Balta, cortemos el servicio por el momento. Estoy haciendo cuarentena con Guido en casa y no necesito más seguimiento. Si veo algo raro en sus chats te aviso, un beso, Laura”.
“Baltu, paremos por ahora. Benja está en casa con nosotros y lo estamos vigilando por ahora”.
La única clienta que le quedó fue Marita, una mujer de 52 años que no paraba de mandarle mensajes de audio larguísimos. Su marido Horacio era médico y formaba parte del servicio de trabajadores esenciales.
Los primeros días de abril Baltazar los pasó en cama casi sin levantarse. Apenas lo hacía para comer algo.
A contramano de lo que nos enseñan las novelas, el departamento de Baltazar era razonablemente luminoso y estaba bastante ordenado. Más aun, él era muy meticuloso con los detalles, y eso incluye el orden y la limpieza general.
Los mensajes de Marita seguían llegando y el depósito del fee mensual de seguimiento por abril también.
El lunes 6 de abril, Baltazar tomó un café, se baño y por fin decidió contestarle el audio a Marita. A pesar de que el detective no le haya respondido los mensajes durante una semana, su clienta no fue rencorosa.
En cuanto tomaron contacto de nuevo, la señora empezó a darle instrucciones a Baltazar.
“Está llegando a casa la 1, 1.30 de la mañana y apenas entra se mete en el baño a ducharse. Dice que es por protocolo, pero yo estoy seguro de que me está cagando con esa hija de puta de Neo. La tiene agendada en el celular como ‘Alejandro’, veo que le entran mensajes de él (ella) cada tanto”.
Para Baltazar el trabajo era bastante fácil. Vestirse de médico, conseguir un permiso, meterse por los pasillos del Hospital Rivadavia, seguirlo a Horacio, controlar sus movimientos, sacar unas fotos y entregar un informe a Marita.
Aunque el desgano lo frenaba, se puso el ambo azul y caminó hasta el Rivadavia. Además de estar cerca de su casa, conocía muy bien ese hospital. Ese y otros. Muchas de sus clientas fueron en un principio esposas de médicos que se fueron pasando el dato de boca en boca. Baltazar era el mejor.
Sin embargo, desde hacía unos años que a él no le gustaba ese tipo de clientes y estaba rechanzando hacer seguimiento de médicos.
Con Marita no pudo hacerlo. Le ganó por cansancio. La insistencia de la mujer y los audios largos pudieron más que el deseo de Baltazar de abrirse hacia otros mercados más productivos como el mundo del espectáculo.
Pero su situación actual no admitía selectividad. Mientras caminaba por Las Heras la garganta se le llenó de angustia. Logró controlar el llanto, pues a eso se dedicaba, básicamente.
Entrar en el Rivadavia a las 11.30 de la noche fue más fácil de lo que esperaba. Lo hizo por la puerta principal y ni siquiera tuvo que darle explicaciones al guardia del turno noche que le dijo “Buenas noches, doctor” sin levantar la vista de su celular.
En el piso de maternidad, Baltazar se sentó en una silla del pasillo que lo dejaba ver de costado la sala de descanso de los médicos. Pudo distinguir la risa de Horacio, un grito agudo y algo hienesco. Era una risa exagerada y complaciente.
En el teléfono anotó con dedicada precisión: 11.45 Horacio está con otros médicos en la sala de descanso, se escuchan risas de hombres.
A las 12pm cuando terminaba el turno lo vio a Horacio salir con otro colega. Los siguió por el pasillo manteniendo una distancia prudente. El médico que lo acompañaba abrió una puerta y se metió en un cuartito de limpieza.
Horacio siguió sobre sus pasos por el pasillo 30 metros más hasta donde estaba el bidón. Se sirvió un vaso de agua y empezó a retroceder por donde venía. Baltazar siguió caminando, cruzó miradas con él y algunos pasos más adelante se sentó en otra silla.
Desde allí pudo ver cómo Horacio entraba en el cuartito de limpieza en donde el otro médico se había guardado.
Cuando se cerró la puerta, Baltazar corrió hasta el lugar. El silencio del hospital dejaba que se oyeran los gemidos de placer de los médicos con evidente claridad.
“¿Trajiste forros?”
“No, así nomás”
“¡Dale, boludo, cogeme!”
Oscar anotó todo en su teléfono.
15 minutos después salió el primer médico. Oscar anotó en su teléfono “Alejandro sale del cuarto de limpieza 12.17 AM”.
2 minutos después salió Horacio.
A las 9 de la mañana del otro día, Baltazar entregó un informe completo a Marita.

sábado, 4 de julio de 2020

Mundial de Escritura Día 4

Escribí esto para el Munidal de escritura. 
La consigna de hoy era elegir 50 sustantivos, tachar 35, elegir uno de los 15 que quedaron y con ese título armar una gran historia. 

Desde que empezó la cuarentena ya compré tres resmas de papel. Tienen 500 hojas cada una. Las dos primeras ya se acabaron, la tercera la abrimos la semana pasada. Ponele que hayamos impreso 1100 hojas, a razón de 110 días la cuenta da 10 hojas por día.

En la fase más estricta del confinamiento me empecé a quedar sin hojas. Eran los primeros días de abril y las librerías cerradísimas. Sólo supermercados abiertos. En el Disco de a la vuelta no tenían. Tiempo después, cuando yo ya había resuelto el problema de hojas para la impresora empezaron a venderlas. Se dieron cuenta de que se trata de un insumo imprescindible para una familia tipo de clase media acomodada. Tarde.

En el Carrefour de Vicente López tampoco tenían. En el Disco de Talcahuano, tampoco. Era la época en la cual la cola para entrar tomaba 20, 30 o 40 minutos. Hacer esa fila sólo para saber si vendían papel (¡papel!) fue una alta paja.

Odio a los supermercados.

Una vez estaba enojado y pasé por la caja de autoservicio, me hice el boludo y omití escanear dos paltas. Después me sentí una mierda de persona, pero no tan mal como cuando, una semana antes, le había robado una parte del diario del domingo -el lunes- a la vecina que no estaba en su departamento. Eso me hizo sentir peor. Creo que eran los clasificados.

Soy un puto católico culposo.

Cuando ya no quedaban hojas blancas empezamos a imprimir en casa del otro lado de las hojas usadas. Si estaban arrugadas las planchaba un poco con las manos y las volvía a pasar por el rodillo de la láser.

Pensé en pedir una resma por Mercado Libre. En ese momento, muy pocos vendedores tenían la etiqueta “entrega con normalidad”.

Era principios de abril, lo dije.

Saqué las cuentas y me di cuenta de lo obvio: no me convenía. Costo de la resma de 80g/m2: 275 pesos; costo del envío: 250 pesos. Sólo se justificaba si el pedido era por 10 resmas o más. Podría haber comprado resmas para tener hasta que vuelvan los recitales, pero me ganó la cordura. “Estamos juntando mango por mango para pagar las cuentas, no necesito stockearme de papel de oficina”, razoné.

La felicidad tiene fecha y hora. Lunes, 13 de abril de 2020: 11.57 AM GMT -3.
En la librería Lautrec, la que está en el local de abajo del edificio donde vivimos, había una cartulina blanca pegada sobre el vidrio. Estaba medio torcida y contenía una leyenda escrita por alguien que hubiera reprobado caligrafía si es que esa materia se cursaba cuando él iba al colegio: “Pedidos por Whatsapp 15 6588-2998”.

Tomé nota del número como se hace ahora para tomar nota: sacándole una foto al cartel.
Cuando agendé el número ya me quedé un poco más tranquilo. La foto de Whatsapp era un flyer de Lautrec. Estaba hecho como todos los flyers de negocios de barrio. Mucha letra, poco diseño. Lo más tranquilizador. Una volanta (arriba del nombre de la librería) que decía “Desde el 12/04 estaremos trabajando bajo la modalidad DELIVERY”.

Me hice de coraje y le mandé un mensaje de audio a Mariano. Lo conocemos bastante porque nos abastecemos muchos del negocio que regentean él y su madre (no sé cómo se llama).

“Hola, Mariano, soy Luis, de acá el 8D, el Papá de Pedro, el que compra palitos de helado. Vi el cartel en el local. Quería preguntarte cómo es eso de la modalidad delivery. ¿Tienen algún costo? ¿Hay un pedido mínimo? Avisame y te encargo un par de cosas”.

“Hola, Luis, el tema es así, me pedís lo que necesitás y te lo llevo a tu casa, o lo venís a buscar a la librería, yo estoy acá, como quieras”.

¿No hay pedido mínimo ni costo de envío? Oír eso fue como cuando el general escuchó la más maravillosa música.

Me puse a levantar pedidos de librería. Me daba vergüenza hacerlo moverse sólo por una resma de papel.

Me sentía yendo a la farmacia a comprar forros a los 17. No se podía pedir preservativos solamente. Teníamos que camuflar el pedido agregando aspirinas, un desodorante y dos cepillos de dientes.

“Bueno Mariano, te pido una resma de papel, un marcador indeleble negro, un cuaderno universitario y una Voligoma”.

Al marcador indeleble y a la Voligoma no los necesitábamos para nada.