sábado, 4 de julio de 2020

Mundial de Escritura Día 4

Escribí esto para el Munidal de escritura. 
La consigna de hoy era elegir 50 sustantivos, tachar 35, elegir uno de los 15 que quedaron y con ese título armar una gran historia. 

Desde que empezó la cuarentena ya compré tres resmas de papel. Tienen 500 hojas cada una. Las dos primeras ya se acabaron, la tercera la abrimos la semana pasada. Ponele que hayamos impreso 1100 hojas, a razón de 110 días la cuenta da 10 hojas por día.

En la fase más estricta del confinamiento me empecé a quedar sin hojas. Eran los primeros días de abril y las librerías cerradísimas. Sólo supermercados abiertos. En el Disco de a la vuelta no tenían. Tiempo después, cuando yo ya había resuelto el problema de hojas para la impresora empezaron a venderlas. Se dieron cuenta de que se trata de un insumo imprescindible para una familia tipo de clase media acomodada. Tarde.

En el Carrefour de Vicente López tampoco tenían. En el Disco de Talcahuano, tampoco. Era la época en la cual la cola para entrar tomaba 20, 30 o 40 minutos. Hacer esa fila sólo para saber si vendían papel (¡papel!) fue una alta paja.

Odio a los supermercados.

Una vez estaba enojado y pasé por la caja de autoservicio, me hice el boludo y omití escanear dos paltas. Después me sentí una mierda de persona, pero no tan mal como cuando, una semana antes, le había robado una parte del diario del domingo -el lunes- a la vecina que no estaba en su departamento. Eso me hizo sentir peor. Creo que eran los clasificados.

Soy un puto católico culposo.

Cuando ya no quedaban hojas blancas empezamos a imprimir en casa del otro lado de las hojas usadas. Si estaban arrugadas las planchaba un poco con las manos y las volvía a pasar por el rodillo de la láser.

Pensé en pedir una resma por Mercado Libre. En ese momento, muy pocos vendedores tenían la etiqueta “entrega con normalidad”.

Era principios de abril, lo dije.

Saqué las cuentas y me di cuenta de lo obvio: no me convenía. Costo de la resma de 80g/m2: 275 pesos; costo del envío: 250 pesos. Sólo se justificaba si el pedido era por 10 resmas o más. Podría haber comprado resmas para tener hasta que vuelvan los recitales, pero me ganó la cordura. “Estamos juntando mango por mango para pagar las cuentas, no necesito stockearme de papel de oficina”, razoné.

La felicidad tiene fecha y hora. Lunes, 13 de abril de 2020: 11.57 AM GMT -3.
En la librería Lautrec, la que está en el local de abajo del edificio donde vivimos, había una cartulina blanca pegada sobre el vidrio. Estaba medio torcida y contenía una leyenda escrita por alguien que hubiera reprobado caligrafía si es que esa materia se cursaba cuando él iba al colegio: “Pedidos por Whatsapp 15 6588-2998”.

Tomé nota del número como se hace ahora para tomar nota: sacándole una foto al cartel.
Cuando agendé el número ya me quedé un poco más tranquilo. La foto de Whatsapp era un flyer de Lautrec. Estaba hecho como todos los flyers de negocios de barrio. Mucha letra, poco diseño. Lo más tranquilizador. Una volanta (arriba del nombre de la librería) que decía “Desde el 12/04 estaremos trabajando bajo la modalidad DELIVERY”.

Me hice de coraje y le mandé un mensaje de audio a Mariano. Lo conocemos bastante porque nos abastecemos muchos del negocio que regentean él y su madre (no sé cómo se llama).

“Hola, Mariano, soy Luis, de acá el 8D, el Papá de Pedro, el que compra palitos de helado. Vi el cartel en el local. Quería preguntarte cómo es eso de la modalidad delivery. ¿Tienen algún costo? ¿Hay un pedido mínimo? Avisame y te encargo un par de cosas”.

“Hola, Luis, el tema es así, me pedís lo que necesitás y te lo llevo a tu casa, o lo venís a buscar a la librería, yo estoy acá, como quieras”.

¿No hay pedido mínimo ni costo de envío? Oír eso fue como cuando el general escuchó la más maravillosa música.

Me puse a levantar pedidos de librería. Me daba vergüenza hacerlo moverse sólo por una resma de papel.

Me sentía yendo a la farmacia a comprar forros a los 17. No se podía pedir preservativos solamente. Teníamos que camuflar el pedido agregando aspirinas, un desodorante y dos cepillos de dientes.

“Bueno Mariano, te pido una resma de papel, un marcador indeleble negro, un cuaderno universitario y una Voligoma”.

Al marcador indeleble y a la Voligoma no los necesitábamos para nada.

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