viernes, 3 de julio de 2020

Mundial de escritura, Día 3

Escribí esto para el tercer día del Mundial de Escritura. 
La consigna es "Mi abuela es el Lobo Feroz"

Para mí Jijiji no es solamente un tema de Los Redondos.
Es la risa irónica de mi abuela después de soltar algún dardo envenenado.
En 2007 el Indio Solari explicó por qué le puso ese nombre al himno ricotero en una entrevista para Rolling Stone:
”Para mí el título es muy significativo. Porque Ji-ji-ji es una risa medio perversa, marca una bidimensionalidad; es como que todo lo que está diciendo no es ninguna afirmación. Porque si tenemos el cuchillo sobre la mesa, es simplemente un cuchillo, no es bueno ni es malo; la cocaína es una cosa, no es la culpable de nada”.
En rigor, el jijij de mi abuela son 4 jis.
“La vi más gorda a tu novia, jijiji”.
“Ya no  cortas más el pelo, jijiji”.
“Cuando nosotros teníamos tu edad ya vivíamos en una casa de dos pisos con las chicas, jijiji”.
La técnica, una especie de policía malo y policía juntos, fue estudiada por la psicología. Dicen que se llama la “función agresiva del humor”.
Labuela -todo junto, así le decimos- es el lobo que te come la energía, la autoestima, la paciencia. No es la primera, ni la única, ni la última abuela psicópata. Pero es la mía. La que me toco en suerte.
Un día te quiere, otro día te muestra toda su vulnerabilidad. Ese día la querés. Los otros 28 días del mes es Labuela psicopata.
La que te regala un desordorante para Navidad y lo hace pasar por un perfume. (“Jijijii”)
La que se pone contenta cuando la llamás, pero te marca el tiempo que pasó desde la ultima vez que le diste bola (vos a ella, claro. Ella nunca tiene responsabilidades de abuela más que atender el teléfono).
“Hace 9 días que no se nada de vos, jijiji”.
Labuela tiene listas negras. El día de su cumpleaños anota en un pizarron negro el nombre de todos sus nietos. A medida de que la vamos llamando para saludarla va tachando nuestro nombre. Es un salvoconducto para no quedar escarchado durante los siguientes 364 días.
Labuela no cocina casi nada, pero opina sobre la comida. A menudo, con desprecio.
“Estos sándwiches de miga no son nada que ver a los de la confitería Del Valle“.
Allá no hay jijjjji. Hay opinión a secas ¡son los sandwichitos que traje yo, Labuela! ¡Decí gracias, la concha de tu madre!”.
Te llama para pedrite instrucciones. Por ejemplo, cómo funciona el control remoto de la tele. Nunca ha tocado una computadora en su vida. “No entiendo nada, jijiji”. Las instrucciones que piden son las básicas. Por ejemplo, cómo cambiar de una fuente (source) a otra. Pasar de HDMI 1 a TV.
Por teléfono es imposible ayudarla. “Voy para allá, esperá”.
Le preparo un tutorial, me convierto en profesor emérito, le doy una clase magistral. Hasta le dejo un papel plástificado con el paso a paso para operar la televisión.
“¿Entendiste, Labuela?”.
“Sí”.
“A ver, repasemos”.
“No me acuerdo”.
“¡Fiajte en el papel!”.
“Ah, sí, perfecto, listo dejá que yo me arregloW.
Dos cuadras más tarde, cuando yo ya estoy arriba del colectivo me llama para decirme que no puede hacer andar la televisión “Si estás cerca todavía, volvé, por favor”.
¿Labuela tiene Alzeimer? No lo sabemos, porque nunca se dejó diagnosticar. “Todos los médicos son unos pelotudos”, dice.
Probablemente tenga alguna patología con nombre de alemán o demencia senil, pero también tiene una personalidad de base que la alimenta.
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