domingo, 12 de julio de 2020

Mundial de escritura Día 12

Escribí esto para el Mundial de escritura de hoy.
La consigna era escribir sobre lo que soñaste, observar cuando te lavás la cara y sacar una carta de Tarot de Marsella (?!).

Soñé que festajaba mi cumpleaños número 40 en la casa de los Maschwitz. Hace 20 años que no tengo ninguna relación con ellos, ni directa ni a través de mis padres, pero algo hizo que las sinapsis de mi cerebro trajeran esa pesadilla de sueño.
Pasamos una buena parte de la infancia juntos, y nunca me acomodé a esa relación ni con los padres ni con ninguno de los 7 hijos, pero desde que mi madre se distanció laboral y personalmente de ella, no he vuelto a saber de ellos más que por incómodas reuniones esporádicas.
Era una fiesta en un jardín. Había mucha gente que no conocía. ¿Era un invitado en la fiesta que me debería tener a mí como protagonista? Eso es lo que más me perturbaba. ¿Vos quién sos? ¡Vos quién sos, la concha de tu madre! ¡Es MI fiesta! ¡Mía!
En la vida real nunca hubiera hecho una fiesta para celebrar el cuadragésimo aniversario de mi nacimiento. Al menos, no una de esas características. No con gente extraña seguro. Ni fiesta al fin.
Me hubiera gustado hacer un asado con amigos e invitar a un mago de sorpresa. Uno de esos que hacen chistes de pajero y te roban los relojes.
Siempre me gustaron los magos. Una vez por trabajo tuve la oportunidad de estar en un evento privado de Peugeot. El animador de la fiesta era el mago Emanuel. Nuestro David Copperfield. El hijo de Dora Baret, creo. En un hotel paquete de Puerto Iguazú, cualquier prejuicio que uno pudiera tener contra él se borró desde el momento en que dijo Hola. Puro carisma y magnetismo. Ese fue el día en el cual me amigué con la magia.
Desde entonces espero que haya una fiesta sorpresa en donde inviten a un mago a animarla.
Lo sigo esperando.
La parte de lavarme la cara en el espejo y mirarme la debo. Hoy me desperté tarde porque Guada durmió muy mal. Recién a las 10.20 tomamos la decisión de que el día había empezado y que inexorablemente había que arrancar.
No recuerdo siquiera haber pasado por el baño, creo que fui a la cocina directo a tomar el desayuno. De hecho, creo  que rara vez me lavo la cara como si eso constituyera un ritual iniciático de la jornada. A lo sumo, durante la normalidad, me me meto directo en la ducha. ¿Eso cuenta como cara?
Me tocó una carta del tarot de Marsella que dice que es el Le Bateleur. No tengo idea de qué hacer con esta información.
Google: “La carta representa la figura de un hombre de pie, situado frente a una mesa. Sobre la mesa se encuentran copas, monedas y espadas. Él sostiene en la mano izquierda una varita de madera (bastos). Lo que representa es que tiene a su disposición los 4 elementos o los 4 palos de la baraja. Su mano derecha está libre y colgada a lo largo del cuerpo. Su sombrero representa el símbolo del infinito. Sus pies miran uno a la derecha y el otro a la izquierda, es decir, uno mira al futuro y el otro al pasado. La mesa tiene 3 patas, la tríada. La tierra es marrón, el trabajo. La cesta con hierba, la armonía. Su cinturón divide el mundo en superior e inferior. Los bastos representan al fuego, el poder mental, los oros representan a la tierra y sus tesoros, las espadas al aire y la fuerza para modificar las cosas, las copas al agua o el saber acumulado.”
Nunca tuve ningún contacto con el Tarot, es un mundo que desconozco por completo. Lo que me gustó es que, oh, Le Beteleur es el mago. ¿Te acordás que acabo de decir que me gustan los magos? Además, sostiene la vara con la izquierda. ¿Un mago zurdo, como yo? Me hago pis de la emoción.
(3417 caracteres)

No hay comentarios: