martes, 16 de julio de 2019

Las galletitas de Beby

Hace dos semanas me tocó conocer la pérdida de una persona muy querida: mi abuela Beby.
Beby nació el 20 de junio de 1930 y partió el 3 de julio de 2019, a los 89 años. Era mi abuela más joven. Los otros 3 todavía viven, y bastante bien. Me considero bastante afortunado por eso y me cuesta valorarlo a veces.
Beby era la abuela que estereotipan las propagandas: cariñosa, atenta a sus nietos, cocinera.
Amaba a su marido Chulo, tenía una familia inmensa.
Cocinaba de todo: milanesas con doble empanado, unas con grumos que nunca volví a verlas en ningún otro lugar más que su casa; tortas, me acuerdo de una de coco, de un rogel con merengue quemado arriba que no me gustaba mucho y una de manzana; tartas, pascualina; y las galletitas dulces cuya receta replicamos muchas veces en eventos propios y ajenos.
En navidad tenía dos rituales, ambos en la chimenea del living de su casa de Martinez.
1. debajo de la campana de cobre (una que hay que limpiar con un producto especial casi a diario, porque cualquier dedo que se le apoye deja marca) armaba un pesebre inmenso. Cada uno de sus cuatro hijos era un pastor. Sus yernos y nueras eran otros cuatro. Sus 23 nietos estaban representados en otros tantos pastorcitos de cerámica. Y sus no se cuántos bisnietos creo que también estaban por ahí.
2. colocaba unas botas rojas con los nombres de cada uno de sus nietos primero y de sus bisnietos después. Ella cortaba y cocía las botas de pañolenci rojo y recortaba con letras blancas el nombre de cada uno. Las últimas navidades ya no quedaba espacio en la chimenea para ponerlas.
En cada fin de año, pascuas, cumpleaños de Chulo, día del padre, cumpleaños suyo, día de la madre y alguna otra fecha más la casa de Beby se llenaba de gente. Ella nunca se sentaba. Estar relajada no era su prioridad. Su verdadera obsesión, lo que la hacía feliz, era recibir a todos.
"Hooooola" decía cuando nos veía llegar. Al menos cuatro o cinco os hay que agregar al saludo, porque para ella todo era emocionante.
Le gustaba recibirnos de visita fuera de esas fechas, también. Y recibirnos bien. Aunque le dijéramos, "no te preocupes", siempre había orgías de cosas ricas esperándonos para tomar el té.
También empapelaba y reempapelaba su casa. En el cuarto del fondo había (hay) una mesa de billar japonés. Nunca me ocupé de averiguar por qué sólo en lo de Beby y Chulo existe ese juego raro, que en vez de bolas hace correr fichas de madera con un tacto sobre una mesa dudosamente encerada, que poco resbala. En todo caso, nunca me importó, creo. Porque Beby nos enseñó a jugar.
Durante 8 años, mi casa fue la casa de al lado de su casa. Pasé muchos días en ese lugar hasta que nos mudamos en 1989. Hasta ese entonces, Beby fue mi abuela que vivía al lado y yo el nieto varón, el más grande de los que tenía cerca. Creo que esos años marcaron mucho nuestra relación. Nos unía eso, el hecho de que los dos habíamos nacido en un año redondo y, un poco más forzado, el zurdismo. ¿Beby era zurda? No, pero me contó un día que en su época a los zurdos como ella los obligaban aprender a escribir con mano la derecha. Entonces ella escribía con la derecha, pero hubiera sido zurda como yo o como Pedro de haber nacido 20 años después.
Tenía una letra prolijísima, que la usaba para dejar notas en frascos, frases en la pared del departamento de Punta del Este, indicaciones, instructivos o dedicatorias en los sobres con plata que entregaba religiosamente en cada cumpleaños.
Amaba recordar cada aniversario de cada uno de sus familiares y amigos, y el llamado de rigor para saludarnos. Y se ofendía si no lo hacíamos cada 20 de junio cuando ella cumplía. Tenía listas blancas (y por defecto listas negras imaginarias) con los que ya la habían saludado por teléfono de línea.
Para su último cumpleaños, hace menos de un mes, yo no la llamé. Me arrepiento mucho de no haberlo hecho.
Ayer, en el cumpleaños de mi sobrino estaban las galletitas de Beby, en forma de huesos de Paw Patrol. Y apareció con eso el título para este post.
Cuando murió Beby murió también una parte mía. No sé cuál, pero estoy seguro de que algo de mí también se fue el 3 de julio. Dios me dejó ese regalo. Que el primer contacto verdadero con la muerte sea tan alegre, tan lleno de amigos y familia, tan lindo, tan poco trágico. Tan Beby, como decía el texto que escribió Manu mi prima desde España y fue leído en la misa esa noche fría de julio, mientras yo miraba la campana de cobre de la chimenea.
Esa rara sensación es la que sentí ayer cuando volví sin querer a probar las galletitas de Beby. Como la magdalena de Proust, las masitas de mi abuela me llevan a un lugar de mi infancia que se perdió. Y eso, lejos de angustiarme, es algo que me parece que hay que celebrar. Prometo hacerlo cada vez que coma una de esas galletitas dulces.

Receta de las galletitas de Beby
Harina 300g
Manteca 150g
Azúcar 100g
Huevo 1u
Esencia de vainilla 1cdta
1. Mezclar la manteca blanda con el azúcar, incorporar la harina y mezclar bien.
2. Añadir el huevo y trabajar la masa sin amasar hasta obtener una masa lisa y suave.
3. Dejar reposar en la heladera por 30'
4. Estirar con palote hasta obtener una lámina fina.
5. Arrollar y cortar en discos finos.
6. Horno moderado 8'

lunes, 8 de julio de 2019

Otra Copa América

Fue una buena Copa América. Gracias muchachos. Nos vemos el año que viene. Hay ilusión de ver a Messi campeón todavía.