domingo, 5 de abril de 2020

Cuarentena Día 20

Siempre empecé armando los rompecabezas por los bordes. Así me enseñaron, y soy hijo del rigor.
Pero este rompecabezas es muy difícil de armar. Me está costando muchísimo. Sin embargo, mientras más me cuesta armarlo, más me gusta.
Es un puzzle de 1000 piezas con la imagen de la obra Der Kuss, el beso. Leí que Gustav Klimt fue una de las víctimas de la última pandemia antes de esta, la de la gripe española. Murió en 1918, creo.
La obra es un delirio de hermosa. Tiene una imagen central metalizada -que emula el oro y estañio utilizado en la obra original- con una imagen medio deforme de un hombre y una mujer. El beso entre ellos no es en la boca. El hombre le está comiendo el cuello, justo apenas abajo de la mandíbula. En la contorsión para bersarse se le dobla la cabeza más de lo que una figura humana normal podría hacerlo, y sus cuerpos de enriendan en oro y plata, posta.
El fondo de arriba es lúgubre, oscuro. Predominan tonos marrones salpicados. Pero lo más loco de la obra es la parte de abajo, el prado sobre el cual están parados los dos personajes. Lleno de colores, verdes, ocres, azules, morados, rojos, amarillos. Imagino a Klimt en su taller buscando ordenar ese caos de pinceladas. Lo consigue.
Esa parte de abajo me tiene trabado. Es difícil avanzar. Casi nadie me ayuda, aunque tampoco lo reclamo. Dos veces por día, alguien apoya algo arriba de la mesa ratona sobre la cual estamos aemadno el rompecabezas y se pierden algunas fichas. El viernes le pagué a PEdro y a Joaqui para que me buscaran los bordes que faltaban. 50 pesos por cada borde, 10 pesos por cada ficha que encontraran caídas en las adyacencias del livnig.
El viernes, cuando vi en la tele que una señora de 94 años estaba sentada desde las 7 de la mañana en la cola del banco, decidí que a la noche salía a cacerolear. La cita era a las 9.30. Agarré una cacerola de aluminio que compramos cuando nos fuimos de mochileros a Bariloche en 2003, para cocinar en el camping. Y la golpeaba con una cuchara de postre.
Mi protesta duró 30 segundos. El ruido que hacía era tan molesto que por lo menos cinco vecinos del contrafrente salieron a ver quién era el que estaba agitando tan fuerte. Aunque se oían tintineos, creo que yo era el único de mi pulmón. Me dio vergüenza y después de unos golpes volví a entrar.
Cociné un carrot cake y una torta tipo marquise, que no fue tal porque la crema nunca hizo chantilly. Por recomendación, batimos claras y le pusimos merengue.
Ayer llegué hasta lo de mis suegros, que viven a 5 cuadras. Es lo más lejos que llegué desde que no podemos salir. Les llevé naranjas, bananas y limones.
Los chicos resisten bastante bien, aunque a veces se pelean. Sobre todo cuando están con alguna pantalla hipnotizados. Pedro hizo un juego de mesa. Y después otro. Joaquina lo copió e hizo otro. Hoy jugamos a los dos. Guada duerme, come y juega. Agus se recupera y limpia la casa cada vez que puede.

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