lunes, 15 de octubre de 2012

Globos

La imagen de Woody y de Buzz impresa sobre un finísimo papel aluminio languidese en el techo de casa desde hace casi dos semanas. Fue un regalo de cumpleaños que le hicieron a Pedro. Un globo de gas. Lo primero que hago después de prender la luz cuando entro al departamento es chequear si el objeto en cuestión se vino a pique o si resiste arriba, pegado al reboque de la doble altura del edificio antiguo donde vivimos. Los útlimos cinco días, cuando ya parecía que la ley de gravedad lo confinaba al suelo, sentí un pequeñísimo placer cuando comprobé que los personajes de Toy Story seguían arriba.
Mi relación con los globos de gas no es nueva. Hace tres años un cliente nos pidió organizar un evento. Había un presupuesto un poco más generoso que el habitual y la necesidad de hacer algo distinto. Después de muchas idas y vueltas de propuestas, conseguí imponer mi proyecto: un día de campo con periodistas coronado con un viaje en globo aerostático al atardecer. Golazo. La idea se había gestado para poder concretar un viejo anhelo de toda la vida: poder subirme a uno de los inmensos globos de aire caliente. No pudo ser. Todo salió bien ese día, pero no hubo tiempo para que los organizadores hagamos el viaje en globo.
Ayer no hubo fútbol así que el salto desde la estratófera del austríaco gil tuvo en vilo a mucha gente. A mí me molestaba un poco la maniobra comercial para promocionar este evento que, en otras condiciones comerciales y sin contar con la plata que puso por RedBull, hubiera sido casi intrascendente para los argentinos. Me precupaba más la suerte de la cápsula y del globo de helio que lo hizo llegar a la estratósfera que la del saltimbanco. Este tipo con un presupuesto infinito para poder hacer su gracia y yo que sigo sin poder siquiera subirme a una canasta de mimbre y pasear un rato como lo hacían los personajes de las historias de Julio Verne.
Ya va a poder ser...
Por suerte, a la noche volvimos a casa y sentí el alivio. El globo de Pedro todavía seguía ahí arriba en el techo.

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