lunes, 4 de noviembre de 2019

Esa mujer

Ayer a la noche, mientras veíamos el episodio de "Friends" en el cual Phoebee daba a luz a los trillizos de su hermano, me acordé de aquellas semanas de agosto de este año.
Mientras la rubia hippie pelea porque le consigan un obstetra como la gente para parir, a Joey le agarran dolores agudos en los riñones. Un médico de origen indio le repite que son "kidney stones". Cuando nacen los triplets de Frank y Alice, la escena del nacimiento intercala con Joey eliminando los cálculos renales.
El dolor de las piedras en el riñón es igual -o peor- que el trabajo de parto.
El viernes 16 de agosto empezó más o menos como un día normal. Los chicos no fueron al colegio, teníamos un turno en el Hospital para hacer un control odontológico que no fue. Aprovechamos y nos encontramos con Pili y Ababo, que necesitaban ayuda para bajarlo y trasladarlo a Papá hasta el consultorio del IADT (otro día contaré esa historia, una cosa a la ves), tomamos un café, pasamos por nuestro exdepartamento de Azcuénaga y lo vimos a Carlos, el portero del edificio, con quien los chicos se sacaron una foto.
A la tarde me fui a la empresa de software en la cual estaba haciendo un proyecto y a la noche di una clase en la facultad.
Total normalidad.
Sin embargo, a las 11.30PM volvieron los dolores. Algo que esperábamos que no pasara, pero podía pasar y pasó. Dolores agudos de riñón. De esos que ya habíamos conocido hace tres semanas, allá por mediados de julio.
Esta vez tardamos menos en identificarlos y no tratamos de calmarnos y aguantar. Si mucho tiempo para pensar, conseguimos que Tata pueda venir a casa a cuidar a los chicos mientras partíamos a la guardia con rumbo cierto, destino incierto.
El taxista, que veía la panza y preguntaba por los dolores comentó que él también sufrió los cólicos renales. Otra vez a la guardia, otra vez a la cama 9, al lado de la cama 8. Antes, paso por maternidad para monitorear a la beba.
En la guardia, todo dolor. Y medicamentos ad-hoc. Nada te calma. Ni el ibuprofeno, ni la buscapina, ni siquiera la morfina. La esperanza de que el cálculo -que sabíamos que podía volver, pero no en qué circunstancias- pudiera eliminarse y el dolor calmarse para que pudiéramos voler a casa se fue diluyendo mientras pasaban las horas. La ecografía no dejaba ver la piedra.
A las 630AM del otro día nos llevaron a una habitación de internación. Y a las 1130 fue la operación. Una colocación de un catéter Doble J. Lo que pasó después está contado en el posteo anterior.
Nada de esto me pasó a mí. La que tuvo que atravesar por todo eso en su cuerpito fue Agus, mi mujer, mi compañera, mi amiga. Ella fue Phoebee y Joey a la vez. Es la mujer más valiente que conozco. Y la mejor.
Ayer, cuando cumplíamos 12 años de casados, me acordé de todo esto.

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