domingo, 12 de mayo de 2019

unmigone goes BVI: cumpleaños en alta mar

(esto pasó hace un año)
Mi cumpleaños empezó temprano, con un desayuno tupido bajo un sol diáfano en una bahía de una playa paradisíaca. Dudo mucho que esta imagen idílica se repita en ninguno de los 50 o 60 cumpleaños que me quedan vivir.
El buceo más esperado: The wreck of the HMS Rhone, en Salt Island. Nos acercamos con el L'Astrolabe hasta la boya, pero sin saber si esa estaba cerca de los restos del famoso barco hundido.
Bajamos y empezamos a nadar. A los 25 minutos, lo encontramos! Albertito festejaba. Yo perseguía una tortuga. Dimos una vuelta. Vimos todo lo que pudimos. Misión cumplida. Hasta que mi regulador empezó a estrangular la respiración. A la tercera vez que me costó absorber el oxígeno revisé el manómetro. ¡No tenía más aire! Le hice la seña internacional de "I am out of air" a Papá y no me creyó. Todo esto a 15 metros de profundidad. Tomé la decisión de sacarle el regulador. Volví a respirar. Recién ahí me entendió que no tenía aire. Compartimos el aire hasta poder reflotar en la superficie. Fue el día que casi muero ahogado en un buceo, el día de mi cumpleaños.
Doble excitación: uno por haber encontrado el tan buscado naufragio; dos por haberme quedado sin aire, riesgo de vida.
Soltamos amarras y seguimos viaje rumbo a Virgin Gorda. La playa en cuestión de la que todos hablan: The Baths, unas piletas entre las rocas que invitan a recorrer una geografía difícil de describir con palabras. El picnic era en la playa. Pero nos costó más de un malhumor llegar. El acceso desde el agua estaba cerrado. Había que nadar.
A la tarde, quisimos recalar en el puerto de yates de Spanish Town. Papá quería seguir viaje hasta The Dogs. Discutimos. "No tenemos agua", clamaba yo. Es por acá, no es por acá. El capitán dudó. Cedió. Encaramos para la difícil entrada. Bum. Nos varamos con unas rocas. ¿Qué pasó? Todos callados. Papá bajaba el dinghy dando por sentado de que el barco se podía hundir. El telégono de emergencias no funcionaba. Algunos dormían. El horror.
La peor parte de la zozobra terminó cuando el capitán logró hacer maniobras para volver a tener calado y navegar aguas afuera.
Amarramos en una boya fuera del puerto.
Las caras eran largas.
Control de daños: un quillote dañado.
Nacho y yo fuimos a comprar comida al pueblo.
A la noche, pizzas a la parrilla.
El día de mi cumpleaños en que casi muero dos veces.

No hay comentarios: