A fines del año pasado leí una nota buenísima en el suplemento ADN de La Nación en donde el autor recreaba y recordaba parte del periplo de Domingo Faustino Sarmiento durante su primer viaje a los Estados Unidos y Europa, entre 1845 y 1847. Disfruté tanto del artículo que corrí a ver si en la biblioteca de casa estaba Viajes por Europa, África y América, el libro que compila las cartas que Sarmiento fue enviando a sus amigos contando las tropelías de su travesía de casi dos años en el viejo y nuevo mundo. "Están las obras completas", me dijo Mamá. Eran 40 volúmenes acomodados los dos estantes bajos y algunos de ellos habían sido alcanzados por la humedad. Abrí uno por uno los primeros 38 tomos hasta que conseguí dar con Viajes....
Nunca le había prestado mucha atención a Sarmiento más allá de la historia oficial, algunas Billiken de más y hasta ahí. Mis conocimientos sobre el sanjuanino eran estándar o a lo sumo apenas por encima de la media. Quería leer sobre todo esa larga carta dirigida a Valentín Alsina el 12 de noviembre de 1847 en donde el futuro presidente le cuenta los detalles pormenorizados de su experiencia americana. Me interesaba conocer de primera mano lo que pasaba por la cabeza de un argentino en los Estados Unidos en aquellos remotos mediados del siglo XIX. Y me encontré con eso y mucho más.
El libro tiene momentos atrapantes y de los otros también. Hay que leerlo con cierta paciencia intentando trasladar la cabeza a la estructura de pensamiento de hace 165 años. Me imaginaba al pelado brabucón pasando largas horas de bodrios en los barcos puliendo su prosa y juntando sus notas para sacarle punta al texto final de esas cartas larguísimas. El tiempo estaba de su lado, sobraba. Viajes... tiene momentos muy interesantes que revelan el carácter vehemente de Sarmiento y su condición de visionario en muchos sentidos.
Una de las partes que me llamó más la atención fue cómo -sobre el final del capítulo de Estados Unidos- anticipa lo que estaba por venir. Todavía faltaban más de 13 años para que estalle la Guerra Civil Americana, pero el tema de la esclavitud (la "esclavatura", lo llama él) se ve que ya estaba recalentando y la guerra era una posibilidad concreta que merecía el análisis. Sarmiento reflexiona mientras comenta su llegada en un vapor que bajó por el Río Missisipi y amarró en New Orleans, una de las ciudades más retrógradas del Sur: "La esclavatura en los Estados Unidos es hoy una cuestión sin solución posible", asegura para más adelante advertir que los Estados libres son superiores en número y en riqueza a los Estados esclavos y preguntarse: "Si la guerra sobreviene ¿los negros (del Sur) irán a batirse con los blancos (del Norte) para evitar que les quiten sus cadenas?".
La guerra finalmente sobrevino y en "Lincoln", la película semi-bodrio de Steven Spielberg, es mostrada de costado. Hay una escena cortita al principio. "Buenísimo -pensé- va a ser como ´Rescatando al soldado Ryan´". Pero no. Se trata de un film de época bien hecho pero que se centra en una parte muy concreta de la historia del prócer: su obsesión por conseguir que el Congreso pase la 13° enmienda y prohiba formalmente la esclavitud antes de terminar con la guerra y antes jurar un nuevo mandato. Mucho debate político y guiños domésticos a la historia yanqui. Sentimientos encontrados: buena película, pero de Spielberg esperaba mucho más, sobre todo desde el punto de vista del entretenimiento.
Los hechos que se narran en la película ocurren en enero de 1865, antes de que Lincoln jurara un nuevo mandato y antes de que recibiera el disparo en el Teatro Ford, en abril de ese año. Sarmiento regresaría a los Estados Unidos en mayo, apenas unos días después del asesinato de Abe. Quedó tan impresionado con la figura del presidente más alto de USA (1,93m) que una de las primeras cosas que hizo a su llegada fue ponerse a escribir Vida de Lincoln, una biografía que tenia como objetivo ofrecer una visión argentina sobre la imagen gigante de Lincoln (toda la bibliografía accesible en Buenos Aires sobre el tema era europea). Del episodio concreto que se narra en la película no hay una sola línea.
Sarmiento no lo confiesa en la obra -que también rescaté de la biblioteca de casa-, pero él se sentía un poco Lincoln. Sobre todo porque ambos eran self-made men, se habían hecho de abajo, sin educación demasiado formal y habían llegado hasta lo más alto. Lincoln ya era inmortal, Sarmiento iba camino a eso, aunque sin tenerlo muy claro entonces, pero aspirando a serlo seguramente.
Un poco antes de que el cuyano retornara a Washington para hacer oficios de agregado diplomático pero un poco después de que recorriera el Missisipi en una barcaza que le dejó uno de sus mejores recuerdos del viaje, unos locos de las armas andaban dando vueltas por el Oeste. 1959. "Django Unchained", la última película de Tarantino, pretende también ser contemporánea de Lincoln y Sarmiento. El film, para mí, no logra abstraerse del siglo XXI en el que vivimos y comete el error de juzgar el pasado con categorías de razonamiento del presente. Hoy es indefendible la postura en favor de la esclavitud, pero allá por la mitad de los 1800s la cosa no estaba tan clara.
Fuera de eso, es una película de Tarantino a la que no le falta casi nada. Y ese es uno de los problemas también. Las películas de Tarantino son tan de Tarantino que parecen a veces copias de sí mismas. Cambian los contenidos pero las formas siempre iguales. Eso es bueno porque me gusta, pero malo porque se repite, cansa y se hace previsible.
Antes de pasar por los EE.UU., Sarmiento hizo escalas en Montevideo primero y en Rio de Janeiro después, para poder por fin desembarcar en Europa, en Ruan, en las costas del Norte de Francia. Era su sueño de una vida y en la carta a Carlos Tejedor no puede ocultar su emoción: "Avise usted a los míos, mi buen amigo, que he tocado tierra en Europa, que he abrazado, más bien dijera, esta Francia de nuestros sueños". Pero es cierto también, y de eso da cuenta la nota de La Nación, que Sarmiento no encontró en el viejo continente la imagen de la "civilización" que él tenía en la cabeza.
A Sarmiento lo decepcionó encontrar en Francia un país donde había gente "sucia y mal alimentada, con clases sociales demasiado separadas y estratificadas, donde la situación política era un desastre y la tecnología y la economía avanzaban demasiado despacio". En palabras del autor de Facundo, molesto por como una horda de fieritas malolientos del siglo XIX lo abordan para venderle cosas u ofrecerle hoteles apenas tocan tierra: "¡Ah! ¡La Europa! Triste mezcla de
grandeza y de abyección, de saber y de embrutecimiento a la vez, sublime y sucio receptáculo de todo lo que al hombre eleva o le tiene degradado, reyes y lacayos, monumentos y lazaretos, opulencia y vida salvaje. No he podido
desimpresionarme en dos días del mal efecto que me ha producido esta primera impresión".
Ese panorama desalentador que describe Sarmiento podría ser tranquilamente parte de una escena de "Les Miserables", la obra de Víctor Hugo, el musical basado en la obra y la película basada en el musical. Aunque los acontecimientos de la historia de "Les Mis" ocurren cronológicamente antes (entre 1815 y 1832), mientras el barco de Sarmiento amarraba en Ruan, Víctor Hugo ya se encontraba escribiendo su obra cumbre, que le llevó 17 terminar y que recién pudo publicar en 1862. El francés ya había publicado Notre-Dame de Paris en 1831 y Sarmiento había leído la obra.
En el capítulo de Francia de Viajes... lo nombra unas 9 veces y comenta su admiración por el autor: "Víctor Hugo me encontraba en un rincón de las faldas orientales de los Andes, dispuesto a seguirlo por el camino nuevo que venia abriendo, y la
escuela moderna de historia no bien se presentó que hube desnudado mi espíritu de todos los andrajos de las interpretaciones en uso". Los personajes de la historia como Jean Valjean, Fantine y Cosette ya daban vueltas por la cabeaza de Víctor Hugo mientras Sarmiento se paseaba por París tratando de conseguir una reseña decente de Facundo. Sus destinos se cruzaron, pero recién 165 años después en este borrador de post.
1 comentario:
¡Me encantó! Destinos cruzados ...
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