Hace unos 20 años la vida parecía ser un poco más simple. ¿Parecía? Sí, porque seguramente los problemas y angustias cotidianas que atravesaban a la mente humana eran los mismos que ahora, pero si de fechas comerciales se trata apenas un puñado de festejos eran adoptados con resignación: día del padre, día del niño, día de la madre y parábamos de contar.
Un día llegó la globalización y achicó las distancias. Así empezamos a aparecer, entre otras cosas, celebraciones que hasta entonces nadie tenía marcadas seriamente en su calendario. Para bien de comerciantes y marcas y para la desgracia de algunos puristas de la tradición y otros vestustos resistentes de causas inútiles.
Casi toda mi bajada de línea sobre este tema quedó expuesta en el párrafo anterior. Sin embargo, puedo agregar que, pese a lo molesto que pueden ser los pedidos desesperados de marcas, restauranes y otros comercios para que tomemos seriamente estas fechas, no me opongo a la incorporación de los festejos en el calendario. La globalización nos ha dado muchas cosas buenas y será cuestión de que lo que es impuesto decante solo si no prende acá. Alguna vez dije en chiste sobre el tema que en un par de años si la cosa sigue así vamos a sentarnos a comer pavo con la familia un día que no sé bien cuándo es a fines de noviembre. La verdad es que, pensándolo bien, si así fuera, bueno, probemos. Me gusta el pavo. Pero, honestamente, no creo que la celebración del Día de Acción de Gracias, que en su origen nada tiene que ver con las costumbres argentinas, prenda entre la población local.
Respecto a las celebraciones "nuevas" que ya están más o menos arraigadas en nuestra cultura puedo decir:
San Valentín (Día de los enamorados, 14 de febrero)
Es algo natural que exista un día para celebrar el amor. Ya sea esta u otra fecha, creo que se le cuestiona haberlo importado sobre todo de Estados Unidos. No soy un gran fanático de la fecha, pero no tampoco me parece bien juzgar a las parejas que hacen colas eternas en un restaurant ese día
San Patricio (17 de marzo)
De todas las fechas importadas, la de ayer es la que menos entiendo. Leí que ni siquiera la comunidad irlandesa participa oficialmente de la organización de los festejos. Parece que es demasiada pagana su razón de ser. Si en vez de festejarse el 17 de marzo los festejos fueran el 4 de abril sería exactamente la misma cosa: gente tomando cerveza en la calle Reconquista, peleas de borrachos esporádicas y pungas dando vuelta.
Día del amigo (20 de julio)
Es una creación argentina. Y aunque no sea importada, se fue profesionalizando demasiado en los últimos años. Vale decir, los reuniones de amigos son cada vez más obligatorias y no debería ser así. Si no es el 20, cualquier día podría serlo.
Oktoberfest (en algún momento de octubre)
A diferencia de San Patricio, la comunidad alemana en el país sí participa de la organización. Y si bien es una excusa para que la gente se concentre en un lugar cerrado a tomar cerveza hasta morir, el clima es diferente y predomina la la fiesta.
Halloween (31 de octubre)
Cambió mi visión acerca de esa noche de brujas cuando pude ver en persona la pasión con la que lo celebran en Estados Unidos. Los disfraces. El problema es que acá nadie se toma en serio el tema del disfraz. Por eso es que, creo, todavía suena tan snob la palabra Halloween.
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