miércoles, 14 de mayo de 2014

213 días nada más, nada menos

Joaqui:
Cuando tu hermano Pedro nació sus aventuretas en los albores de la vida me entusiasmaban tanto como las tuyas ahora, pero era mucho más activo entonces en la tarea de contarlo (lo justo y necesario) acá. Sí, sos la segunda y probablemente me lo vayas a reprochar algunas veces pero vale decir (por si hiciera falta) que te queremos tanto como a tu hermano.
Los queremos tanto a los dos que no lo podría explicar si tuviera que hacerlo. Aprovecho este momento para contarte algunas cosas que pasaron desde aquel domingo a la madrugada en el que tu mamá me despertó para avisarme que ibas a venir, cosa que efectivamente sucedió algo menos de cuatro horas después.
Pasaron 213 días desde entonces. 7 meses, un día.
Naciste ese domingo 13 de octubre, eso ya lo sabés y lo conté acá. Te llevamos a casa y tu hermano aprendió a conocerte. Te quiere tanto, y vos a él. Es tu ídolo. Es el único que te puede hacer soltar carcajadas, las más lindas del mundo. Las tengo filmada. Si querés un día te las muestro. Todo anduvo muy bien desde el principio, creciste fuerte y sana con la ayuda de Mamá.
Los médicos apenas supervisaban tu evolución. Yo me perdí casi todas las visitas al pediatra. Lo siento. Espero poder acompañarte la próxima vez. Pero Agus dice que está todo bien, aunque muchas veces olvida anotar datos estadísticos como peso y altura. Pero estás bien, no te preocupes.
Una mañana de verano cuando tenías apenas cuatro meses llorabas. "Le están saliendo los dientes", dijimos. "¿Ya!?". "Sí, ¿por qué no? A Pedro le cortaron los primeros para esta fecha". "Bueno, pero ella es mujer, a las mujeres les salen más tarde". Bueno, bottom line: sí, te estaban saliendo los dientes. (Y ahora te están saliendo otros más).
 Siempre dormiste bien y no tuvimos casi problemas para que duermas. Tu llanto es hermoso. Porque es el justo y necesario y en el tono exacto. Cuando estabas por cumplir seis meses empezaste a tomar mamadera. Tu mamá estaba un poco nerviosa, pero enseguida se quedó tranquila porque vos aceptaste la leche de fórmula sin problemas. Ni una queja, una genia.
Y una tarde de marzo cuando estábamos charlando de no me acuerdo qué te vimos gatear por primera vez. Otra vez precoz. Tenías unas ganas tremendas de desplazarte y decidiste que ese era el momento para hacerlo. Ahora te la pasás de un lado para el otro, te parás, te sentás sin problemas, todo bien haces. Somos padres orgullosos.
La primera vez que te enfermaste (toco madera mientras escribo) fue recién hace tres semanas. Un resfrío muy resfrioso, con catarro, fiebre. Por suerte no pasó a mayores, pero la recuperación fue larga, varios días sin dormir estuviste. Te molestaba la respiración por los mocos.
Y acá estamos ahora. Yo, con la computadora en la falda escribiendo estas líneas a toda velocidad. Vos, durmiendo con un angelito. El angelito más lindo. La más linda.
¿Qué más se puede pedir?

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