martes, 23 de abril de 2013

Animals


Una leona adulta emerge desde atrás de un frondoso arbusto sosteniendo en su bocaza una pierna animal a medio comer (de un cebra, nos enteraremos 25 segundos después). Del otro lado de la vegetación, refugiados a la poca sombra que ese lugar del paraje entrega, están sus tres cachorros: un macho casi adulto, de melena prominente y a punto de abandonar a su familia para hacer su destino solo, a suerte y verdad; y dos cachorritos de unos pocos meses.
"No quieren bajar a tocar al gatito", nos pregunta Dodama, el ranger. Si la guerra civil sobreviniera en esa región de Sudáfrica y Hollywood se interesara por el tema, Dodama podría ser uno de los protagonistas, el líder de los rebeldes, tal vez. Alto, negro, muy negro, negrísimo, de dientes blanquísimos, pero muy simpático, a pesar de calzar una escopeta de doble caño cargada ("Para su protección", aclara).
La leona se junta con sus protegidos, que están deglutiendo y relamiendo hasta la última gota todas las entrañas de la cebra. Apenas dejan unos huesos grandes, el esqueleto, y la piel, que si no fuera porque a estos felinos no les importa nada la decoración hogareña podría ser una perfecta alfombra digna de living de Susana Gimenez. El macho joven apoya sus garras encima de uno de sus hermanitos, que ya pipones se disponen a dormir una siesta de unas 16 horas. Son las 6.30 de la mañana en Shamwari Game Reserve, una reserva privada de animales en Alicedale, un lugar semiremoto en el sudoeste de Sudáfrica.
(...)
Media decena de años después volvemos a encontrarnos con la posibilidad de estar a pocos metros de un león. Un macho adulto esta vez, también con una muy prominente melena. El escenario es bien diferente, sin embargo. El Zoo de Luján es un lugar triste por definición. No tanto por su infraestructura, bastante limitada, ni por el aspecto del personal, que en términos de profesionalidad deja más dudas que certezas, sino por el semblante de los animales protagonistas. Qué decir de ellos, tristes, ¿drogados?, desprolijos. Dan lástima. Yo no soy de darle mucha cabida a la cruzada animal pero estos pobres bichos regalan pena en su sus miradas.
No somos expertos en animales los unmigones, pero tenemos nuestro interés puesto en ese reino, sobre todo para cuestiones de ocio. Además de los kilómetros de Animal Planet que llevamos encima, cargamos con una o dos entradas anuales al Zoológico de Buenos Aires (Winner, ¡te extrañamos!) y, aunque con menos frecuencia, una cantidad razonable de visitas a Temaikèn.
La anécdota del principio ocurrió en nuestra luna de miel.
La excursión a Luján fue el fin de semana pasado. A pesar de todo, nos sacamos fotos y Pedro la pasó bien.

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