Cuando era chico (8, 9, 10 años) pasaba temporadas de verano enteras arriba de las colchonetas de la playa. Pagábamos los 20 pesos uruguayos que nos hacían dueños de la cama elástica durante 5 minutos. Era el momento para experimentar los límites de la inconsciencia. Saltar lo más alto que se podía pero no sin perder el miedo a rebotar mal sobre un borde. Andaba dando vueltas la historia del chico que había caído de cabeza sobre el borde y quedó medio turuleto. La historia, real o no, inventada por los padres o basada en hechos reales, era el freno de mano para nuestra escalada hacia el cielo. Si eras valiente te animabas a tirar la mortal. Y si eras más valiente hacías la mortal para atrás. Yo, como era el primo más grande, hacía las dos mortales. Nos hacíamos amigos del dueño y a veces nos dejaba saltar gratis.
Y resulta que más de 20 años después me vengo a enterar de que lo que estaba practicando en la playa era una disciplina olímpica. Haberlo sabido antes...
1 comentario:
Parece de alto riesgo.
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