Hace más un año confesé sin vergüenza que siempre me engancho con Gran Hermano.
Hoy redoblo la apuesta y admito -también sin pudor- que Soñando por cantar es uno de mis programas favoritos de la televisión actual.
Mucho se ha comentado ya sobre Iudica, sobre las bailarinas, sobre los jurados, sus palancas, y sobre otros aspectos que hacen que sea muy fácil pegarle al programa. No profundizaré en ello en este post.
La verdad es que el programa es muy largo. No lo veo entero pero siempre engancho por lo menos un rato a la hora de comer. Lo ponemos de fondo en casa.
A diferencia de Bailando..., un show apófrico basado en el baile y el escándalo, Soñando por cantar es un programa en donde los participantes van y cantan. La parte sensiblera de la historia es forzada y sigue -por ahora- siendo secundaria, por suerte.
El programa tiene altibajos, pero sin dudas los mejores momentos son cuando aparecen los cantantes originales y sorprenden al participante que está interpretando su tema con un dueto. Con el tiempo he aprendido a detectar cuándo va a irrumpir en escena el autor del tema original. Casi siempre adivino. Acá van algunos ejemplos recientes:
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