viernes, 9 de septiembre de 2011

Barbero's reloaded

Casi tres meses después de mi última incursión, volví esta semana a atravesar las puertas del universo Barbero’s. Había usado este espacio para describir a ese mundo detenido en el tiempo y el espacio. El texto decía estas y otras cosas:
Barbero's es un salón masculino (…) podría ser una locación perfecta para una de esas películas patéticas del cine nacional que pinta la vida dudosa del argentino de clase media-media. Tiene todo lo que el director del film pediría, a saber: sillas de caño negras con tapizado de cuerina, plantas artificiales, cuadros con motivos de paisajes alpinos decoloreados, pizarra de precios negra con letras blancas intercambiables, un televisor de tubo de 14" colgado de un soporte en una esquina, revistas del corazón de dos años de antigüedad promedio y, por supuesto, espejos, muchos espejos y los utensilios de cualquier peluquero.
En la entrada también hacía una referencia corta al hombre de las tijeras que presumo es el dueño del lugar. Como no sé su nombre, voy a llamarlo simplemente Barbero’s. De él puedo agregar ahora que se trata de una persona de unos 60 años cuyo cabello carmelizado bien negro no se ha movido de su lugar desde 1985 (a fuerza de hectolitros de fijador) y que viste ropa muy usada, no porque esté sucia sino porque se nota que lleva muchos años vistiéndola. Barbero’s es amable pero intenso a la vez. Hace comentarios poco interesantes (repite los mismos cada vez que voy) y empieza conversaciones no me entusiasma para nada seguir.
Como sólo veo a Barbero’s unas cuatro veces al año y mi corte de pelo no requiere demasiada complejidad, elijo volver a ese salón masculino cada vez que mi cabellera se rebela contra mí.
En mi última visita, este lunes, mientras me sujetaba el saco y me ayudaba a ponérmelo, Barbero’s me preguntó mi nombre. Antes de contestarle recordé el post no muy favorable sobre su peluquería. Mi neurona paranoica quiso detenerme, pensando que si le decía que era unmigone me podría reconocer, pero enseguida razoné que ese hombre no debe haber prendido una computadora desde que las PCs corrían bajo DOS. Igualmente decidí ser precavido y resguardarme. Ante mi silencio, la respuesta no lo satisfizo y volvió a preguntar.
-¿cómo es tu apellido y nombre?
-Luis
-¿Ruiz?
-No, Luis
-Ah, ¿y tu apellido?
-Sánchez.- mentí
-Luis Sanchez… la próxima vez que vengas voy a acordarme tu nombre, Luis Sanchez…
Atravesé la puerta de vidrio y me fui caminando por la vereda pensando en lo cierto. ¿Para qué querría saber mi nombre? El viento soplaba fuerte esa tarde, pero mi cabeza ya no se despeinaba porque siempre que paso por ese lugar, Barbero’s -el hombre- recuerda que me corto el pelo con la maquinita en el nivel 6.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pobre hombre! X q le mentistes? Seguro q es inofensivo el pobre viejo. A mi me parece buena onda que quiera saber tu nombre. Pero que fiaca q t charle...Además.... Sánchez???