El fin de semana pasado corrimos hasta Zárate para participar al mediodía a un casamiento al aire libre. Era en un barrio de chacras y, como suele suceder en estas ocasiones, cuando llegamos en la entrada se había formado una fila de autos esperando pasar el filtro de la garita de seguridad. Había unos 7 u 8 autos adelante del nuestro esperando (im)pacientemente sobre el camino de tierra.
Paralelo al barrio pasaban las vías del tren Buenos Aires-Rosario. Sin darme cuenta, quedamos por detenidos un minuto sobre el paso del ferrocarril. Fueron momentos de tensión. Aunque se percibía que ese ramal tenía muy poca actividad, no podía dejar de pensar en las posibilidades (remotas) de empezar a sentir el ruido de una locomotora acercándose. Hasta casi me tiento a sacar mi cabeza y apoyarla sobre la vía para ver si percibía alguna vibración. Según pude saber después, el servicio sólo opera de lunes a viernes. Pero por mi imaginación navegaba durante esos instantes esa escena de Cuenta Conmigo, el peliculón que acompañó mi infancia y que todavía sigo viendo cuando engancho alguna repetición:
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