martes, 1 de febrero de 2011

Siempre me engancho con Gran Hermano

Muy a mi pesar (pero sin verguenza de confesarlo) tengo que admitir que siempre me termino enganchando -tarde o temprano- con las sucesivas ediciones de Gran Hermano.
Veo casi todo lo que está en televisión y no tengo prejuicios para con nada de lo que salga de ahí, pero hay cosas de la caja boba que nunca me terminan de llamar la atención. Por ejemplo, nunca pude ver más de cinco minutos seguidos de Bailando por un sueño por más de que todo el mundo lo comente y las novelas me cuestan (apenas vi algo de Botineras y no sé nada de nada sobre Malparida). Pero la historia con los GH es bien diferente. Siempre en algún momento me pongo al día y, para desgracia de Agus y ahora también Pedro, sigo el desarrollo de lo que pasa en la casa. Veo los debates, las galas, todo aunque sea de a pedazos.
Esta vez fue más temprano que tarde. Ya desde la primera o a lo sumo segunda semana ya sabía quién cuál era el gay, quién era la lesbiana, cuál es la tonta y quién era el cabrón.
Lo que más me llama la atención del GH es el esfuerzo permanente de la producción por hacernos creer que lo que está pasa allá adentro es importante. Y la capacidad de los creadores para manejar los piolines de una gran marioneta. Para meter fichas en contra o a favor de alguien, según convenga. Es una gran contradicción. Hace unas semanas cuando los boludones habían roto la casa durante una fiesta desde afuera se nos quiso hacer creer que Gran Hermano era el último reducto de la moralidad argentina, algo así como santuario pro respeto por los valores y las reglas. En un país en donde cuatro tipos te cortan una autopista en cualquier momento y en donde nadie cruza la calle sólo en el momento en el que el semáforo lo permite, desde las entrañas de Telefé nos convencieron a todos de que nos estaban dando una una lección de civilización. Hicieron que la gente vote si estaban a favor de la sanción (que consistía en quitarles casi todo el presupuesto de comida) a pesar de las quejas y la amenaza de boicot al programa ?! de los participantes. Durante esos días, mostraron los porcentajes en cómo evolucionaba la votación, algo que nunca se muestra ya que invita a subirse al carro de los vencedores. ¿Resultados? Más de 80% de la gente votó en favor de sancionar a los rebeldes sin causa y recordarles que las reglas están para ser cumplidas, incluso en este país. Muy bien, los padres de la patria estarían orgullosos de tamaña cruzada moral. Sin embargo, a los dos minutos empezaron a celebrar las habilidades de jugador de un tal Cristian U., una encarnación estereotipo-del-porteño-de-barrio-posmoderno que hace trampa hasta jugando al pool y cuya estrategia se arma sobre la base del engaño, la mentira y la manipulación. ¿En qué quedamos?
Este año también se le ocurrió a la producción que era bueno que los participantes puedan twittear desde el confesionario. Gran error. Los grandes estrategas como Cristian U. sacan ahora a pasear su ortografía para pedir "por faBor" y mandar "Vesos".
Tengo mucho más para criticar del programa. Pero, en definitiva, se trata de eso, un programa. No es para tanto. Lo sigo viendo. Sigo enganchado, lo admito.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo te banco cabeza! Es como la música tonta para no pensar que suena una y otra vez. Es una alternativa para el rebelde cansado de la música de protesta.
To+

Anónimo dijo...

Flaco lo único que haces es ver tele.
Sos la Viviana canosa de los blog!!!
Agustín

Anónimo dijo...

Martín ya aburrís, cuando te vas de vacaciones? Andá a algún lugar que no haya internet, Cabo Polonio, por ahí.
UNgui y el de bailando por un sueño en Tigre? ese lo ves? Hay un flaco que tiene un muñon...no es como un poco demasiado? todos sabemos que no va ganar...
Andy