
Camino todos los días al trabajo y no pasa una sola mañana (o tarde) en la cual no me acuerde de él y su frase, sobre todo a partir de noviembre.
La vereda del sol es un concepto bastante relativo. Si estamos en Moscú, o New York quizás, en pleno enero, tal vez busquemos a la famosa vereda. Pero si nos encontramos caminando por las calles de Rio de Janeiro en esa misma fecha les aseguro que buscarán la más mínima rendija de sombra que exista y la valorarán como si fuera la última Coca Cola del desierto. En los lugares donde manda el crudo frío el sol puede ser una bendición, pero allí donde la temperatura apenas supera los 23 grados C° el sol es un enemigo al que hay que huirle. Y si siguen creyendo que andar por la vereda del sol es algo bueno hagan la prueba. Inténtenlo mañana que está pronosticada una máxima de 33°.
Yo, por mi parte, voy para la vereda de la sombra. El sol sale por el Este así que por suerte hasta el mediodía los edificios que dan al río lo tapan muy bien y arman un linda y placentero resguardo fresco para caminar.
Lo mejor de este post es que me hizo acordar al gran tema de Serú Girán: