"El lunes me fijo si puedo hablar con Bergoglio, pero lo veo bien".
El 9 de julio de 2007 nevó en Buenos Aires. Fue un hito que no se había repetido en 80 años y no volivió a ocurrir al menos hasta hoy, casi 18 años después.
Como en El Eternauta. La nieve copó una ciudad que casi no la conoce. No era una nieve tóxica, pero la vivimos como si fuera la primera vez que veìamos caer hielo del cielo (en rigor, para mucho de los que estábamos en El Chajá lo era).
Fuimos a la capilla donde nos queríamos casar, allí en el medio de un campo que perteneció a una señora rusa que donó a la Diocesis junto con la capilla "Nuestra señora de Vladimir".
Los canales formales para pedir al párroco para poder casarnos ahí fueron truncos. Hubo rechazos, negativas y hasta insinuaciones de pedidos de donaciones para poder apuntalar la estrutrura del oratorio que tanto le preocupaba al Padre responsable.
Al final, Jorge vino, almorzamos, fuimos a verla y sacamos fotos bajo la nieve que cubría a La Lucía.
"El lunes hablo con Bergoglio", volvió a decir Jorgito antes de irse. Nos constaba que trabaja en el equipo de quien 6 años después se convertiría en Francisco.
No sé de qué hablaron, pero a las 3 semanas llegó el visto bueno para poder celebrar la ceremonia allí.
Nos casamos el 3 de noviembre de ese año frío.
El cura responsable de impartir el sacramento se llamaba Jorge y su apellido Oesterheld. Era el sobrino de Héctor Germán, el autor en cuestión de la historia de la que hoy hablamos todos.