Aoki, mi buen amigo

Aoki tiene una alarma en la puerta de su local que suena cuando entra gente. En ese momento, emerge él desde atrás de un mueble. El piso de su negocio está repleto de televisores, equipos de audio y otros aparatos que conforman un laberinto natural para llegar al mostrador donde atiende.

Aoki tiene muchos diplomas colgados en las parades amarillentas. Algunos son certificados técnicos en español pero otros tienen caracteres japoneses ilegibles para mí. El que más me llama la atención es uno que deja entender que es de la Matsuyama Electronic School.

Aoki parece ser una persona inteligente. Cuando apoyo el aparato arriba del mostrador enseguida arriesga un diagnóstico certero. "¿Qué le pasa? ¿no calienta?", adivina. Cuando me pide mi apellido y nombre para tomarme los datos los anota sin ningún error (hace mucho que no necesito deletrear el apellido para que lo escriban bien).

Aoki parece ser honesto y tranquilo. En su calmo hablar suelta un acento con reminiscencias niponas, pero con una correcta sintaxis. "Ahí tenemos que ver porque si es el magnetrón va a salir como 220 pesos y hay que ver si sale la pena cambiarlo o comprar otro", dice y me deja tranquilo. Me da garantía por lo arreglado y me asegura que el presupuesto va a estar para mañana. "Yo te llamo", jura.

Una aspiradora rebelde y un microondas que dejó de calentar hicieron que mi vida sea un peregrinar frecuente a las puertas Aoki Electronic Service durante estas últimas semanas. Tiene un horario de trabajo complicado y cierra a las 18.30 así que más de una vez me quedé con ñata contra el vidrio a las 18.40 esperando mi aspiradora, pero la cortina ya estaba baja. Tenía ganas de pagarle los 90 pesos con los que me había fajado en el arreglo. Ahora, esperaré noticias del microondas. Esta vez, el presupuesto parece que será más salado. Habrá que ver cuál es el veredicto del gran Aoki.