jueves, 6 de enero de 2011

¿Hay que hablar en el ascensor?


Es un tema recurrente, del que ya se ha dicho y escrito mucho, pero que a mí me sigue generando incomodidades: ¿por qué estamos casi obligados a hablar con extraños mientras viajamos en esa máquina rarísima que sube y baja? Por más de que sea una cuestión de cordialidad me sigue pareciendo forzado tener que saludar a una persona que no conozco cuando abandono el maldito elevador y piso tierra firme. Sólo me sale naturalmente agradecer al noble compadre que me sostiene la puerta mientras corro para no perder el viaje; pero, ¿hablar del clima? ¿despedirme con un "chau, ta' luego" de un casual socio de viaje? ¿Por qué?
¿Cuántas veces me tengo que mirar en el espejo como si ello apurara a la nave para que llegue a destino más rápido? ¿Sirve de algo apretar más de una vez el botón para que la puerta, supuestamente, cierre más rápido?
No me gustan los ascensores, me generan una innecesaria incomodidad. Tal vez porque me obligan a estar cerca (y en un espacio cerrado y pequeño) de una persona con la cual nunca elegí tener interacción.

1 comentario:

  1. Acá en Minerbi, si no apretás el botón, la puerta del ascensor tarda una eternidad en cerrarse! Es rarísimo. Te moris de la incomodidad!
    abrazo

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